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Y de repente, miramos a la toma de posesión de un presidente de los Estados Unidos como nunca lo habíamos hecho. Ahora, y al menos por el momento, el mundo no tiembla ante China sino ante Trump, según ordena el imperio «woke»; tiembla ante un nuevo orden mundial que hubiera hecho las delicias de Jean-Jacques Servan-Schreiber, autor del todavía vigente «El desafío americano» (1967). En algunos lugares, pocos, se espera a Trump con esperanza, como un nuevo Plan Marshall que incluya un reposicionamiento de ideas y actuaciones firmes que triture, de paso, el virus de lo políticamente correcto que tanto daño ha hecho a Occidente, y que en España ha sido especialmente destructivo tras el asalto al poder del populismo de izquierdas que encarnó «Podemos» y sus derivados, y que el «sanchismo» ha perfeccionado hasta cotas irrespirables, tanto que su amado líder, Sánchez Bahamonde, pretende ahora erigirse en ariete mundial contra el «trumpismo». Haciendo amigos y España en caída libre. No somos ni país del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que dijo Trump, pues hace ya tiempo que dejamos de ser emergentes y hasta influyentes, digamos que desde los tiempos de Aznar. Ya llovió.

No me preocupa Trump, ya lo conocemos, aunque sí deseo que le salga bien su segunda partida, que ahora afronta henchido de poder, un plus a su soberbia de «self-made man». Creo que todo el mundo con dos dedos de frente tenemos claro que nuestra sociedad necesita urgentemente un cambio, un revulsivo, un nuevo ciclo que nos lleve de una vez -eso sí, con 25 años de retraso- al siglo XXI, porque hasta ahora hemos seguido atascados en el XX, y no precisamente en lo mejor del XX.

Hubo una frase en el discurso inaugural de Trump que me llamó la atención, como fue el anuncio del fin de la decadencia de los Estados Unidos («from this moment on, America's decline is over») que en 1986 anunciara una película canadiense, «El declive del imperio americano». Porque en Europa y en Estados Unidos (sobre)vivimos hoy en la decadencia, saturados de potitos e ideologización digital, una lluvia ácida «woke» que nos ha prohibido pensar para gusto de tiranos y mangantes (no confundir con magnates). Pero no adelantemos acontecimientos: todo está por hacer e iremos viendo cómo se hace. De momento hay una virtud encima de la mesa: a Trump no parece temblarle el pulso.

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lagacetadesalamanca Bienvenido Mr. Trump