No, Armengol & Díaz no es una agencia consignataria del puerto de Alicante ni un bufete de abogados con pretensiones. Como saben, son Francina y Yolanda, genuinas representantes de lo que hay en esta España vaciada… Vaciada de moral, de conciencia, de vergüenza, de dignidad, de personalidad, de sentido del ridículo y, de paso, de sentido del gusto. Esto es Chonilandia, ellas y ellos.

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No puedo con estas dos individuas, modelos de una España que ellas (y ellos) han convertido en malsana, ridícula y decadente. De Yolanda Díaz poco más se puede decir que no diga ella misma cada día, aunque decir, lo que se dice decir, no dice más que gilipolleces como reinona de esa gran aportación de la política en general y de la izquierda en particular: la ocurrencia, en su caso cargada de un infantilismo insoportable e inaceptable para el cargo que ocupa. En serio, ¿no hay nada mejor disponible para el puesto de ministro y similares salvo esta clase de indocumentados y temerarios? No, no lo hay, los buenos están en sus vidas, en sus empresas, en sus despachos, en sus estudios, en sus aulas, en sus talleres. La política, de ser todo un honor, de poner unos conocimientos y una experiencia al servicio de la sociedad, la han convertido en un desguace de desahuciados de la realidad.

Y Armengol. Qué decir de Francina Armengol, mujer llena de truculentas sombras como política mallorquina y cuyo paso por la Universidad ni siquiera se le ha notado. Cuando supe que es licenciada en Farmacia me quedé de piedra, pues ya ni siquiera un titulo universitario es sinónimo de educación. Habla la señora Armengol en el Parlamento, y nada menos que desde su presidencia, y efectivamente te quedas de piedra. Te preguntas qué es «eso», qué hace una chica como ella en un puesto como ese, ¿es una pesadilla, un mal chiste o simplemente un irresponsable abuso de poder por parte de quien la ha colocado ahí? Escuchar el pasado martes su «explicación» sobre las mascarillas falsas que compró el Gobierno balear que ella presidía, casi cuatro millones de euros del contribuyente tirados a la basura y sin preguntar, fue todo un dislate, un insulto a la democracia y a la inteligencia de los ciudadanos. ¡Qué atrevimiento! No se aclaraba ni ella salvo en lo que le indicaron que dijera, que no dimite, haciendo gala de la famosa técnica socialista, aguantar el temporal y llenarnos a todos de mierda.

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