Dos de diciembre de 2023. Mucha Inteligencia Artificial, mucha mentira mona en Instagram, mucho «black friday» y mucho salvar el planeta comprando híbridos enchufables con interfaz atómico y marcha atrás en 3D, pero seguimos desayunándonos prácticamente cada día con algún truculento crimen… no sé cómo expresarlo para que todos queden contentos: ¿de género, vicario, machista, familiar, pasional… o simplemente otra salvajada más nacida de un mundo enfermo? ¿Y qué hacemos, qué proponemos?: teléfonos de ayuda a las víctimas, puntos violetas, concentraciones y postureo a tope, como los minutos de silencio o ver el otro día al indigno de García-Page con su corbatita morada-estamos-contigo-mujer-yes-we-can. Eso se llama hipocresía, bajeza humana y falsedad, mientras la gente, sobre todo mujeres y niños, mueren sin piedad ante una sociedad que ha asumido el problemón como otro show televisivo. Seamos sinceros, ¿no os parece Sonsoles, Susanna, Ana Rosa?
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Lo cierto es que cuantas más políticas sociales se anuncian y más feministas (y feministos como Marlaska) andan por ahí agarrados a la pancarta llena de tópicos, más asesinatos de mujeres hay, y asesinatos cada vez más salvajes, más incomprensibles para una mente «normal» (pregunta: ¿qué es «normal»?). La igualdad no es una palabrita ni un ministerio, es educación, es justicia y es la seguridad que sólo da una sociedad formada y libre. Montones de universitarios sueltos y poca sesera, elecciones y más elecciones y poca democracia. No sé si me explico, pues hoy lo evidente parece una fantasía o un relato facha de Stephen King.
Lo que no puedo soportar es que tras décadas de una disparada espiral de violencia dentro de la familia o de las relaciones de pareja con sobredosis de toxicidad y redes sociales, sigamos sin hacer nada salvo eso, ponernos la camiseta y agarrar la pancarta. Tenemos «mani». Y mientras, otro crimen, y más puñaladas, y más morbo en televisión. Y los políticos a lo suyo, a cobrar y a destruir España, pero con corbatita morada y cara de «todos somos Paquita». Un clásico de la desvergüenza y la inacción políticas, sobre todo cuando vemos que hasta son capaces de «redactar» y aprobar leyes para que los monstruos vean reducidas sus penas. ¡Viva el feminismo de salón! Pero lo triste y asombroso es que esta sociedad de aburridos les vota, imagino que para que no se le acabe el espectáculo. Entretanto, alguien más está a punto de morir, si no ha muerto ya, aunque la víctima siempre podrá llamar desde la sala del forense al 016 que, a falta de una Ley implacable, es todo cuanto le ampara.
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