En el Catastro de Ensenada de 1752 aparecen 25 chocolateros. La chocolatería más antigua de que se tienen noticias es la de José Sánchez Crespo en San Justo 17, que fue padre del célebre crítico taurino «El Timbalero», abierta antes de 1850. Se trasladó a la Plaza del Peso poco después, pasando a ocupar en 1861, el local que abandonara la tienda de Rafael Huebra, antes ocupada por Antonio Franco.

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Federico Sánchez Crespo, hermano del anterior, con fábrica de chocolate en San Julián 19, se traslada en 1858 a la Plaza Mayor número 34, poniendo al frente del negocio a Román Griñón Gómez, donde era la «Confitería de la acera de Correos» que pasa al lado contrario de la Plaza, siendo luego «La Madrileña»,

Todavía otro hermano, Alejandro, se dedica al mismo negocio y tuvo tienda en San Pablo 19, llevándola al morir su viuda y ésta la traspasó a su sobrino José García Sánchez en 1879.

Álvarez y Compañía en Rúa 13 tiene además confitería en 1867. En 1872 Manuel Sánchez en Doyagüe 5. Vicente Iglesias Cea tiene una chocolatería en Toro 25 en 1879 y por esa época la tienda de Campo e Hijo de San Pablo 3 al 11, ya fabrica a brazo el rico chocolate.

José Castaño en 1892 fabrica también a brazo el chocolate «La Concordia» en su tienda de san Justo 30, mientras Lorenzo Blanco lo hace en la fábrica «San Antonio», situada en el antiguo «Peso» y Juan Prieto en el paseo de la Glorieta 9.

Juan Francisco Martínez tuvo su establecimiento en San Juan de Barbalos, 13/15 y encarecía no confundirse con la fábrica también de chocolates titulada «San Juan de Sahagún», fundada por Nicolás Hernández en la calle de Toro, 60 y que en el año 1902 traspasa Germán Castro a Mateo García.

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Existió también un chocolate denominado «de Sanidad», mezcla simple y pura de azúcar de 1ª clase y cacao sin aroma que lo pudiera hacer irritante despachado en la tienda de sombreros de señora «Al modelo de París» de Manuela Catalán de Vicente en el 25 de la Plaza Mayor.

A finales del siglo XIX en la casa del chantre del Cabildo catedralicio don Camilo Álvarez de Castro, se reunían semanalmente los representantes de la cultura y del saber de Salamanca en torno a un chocolate especial labrado a mano, por el confitero José Castaño, fabricado en el momento en la propia casa, sirviendo el rico soconusco la señora Isidora en pocillos o recipientes de madera de jícaro.

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Se mojaban rebanadas de pan ruso con manteca o nata, bizcochos de aire, de plantilla y de batata, mantecadas de Astorga con azucarillos «velaos», finalizando con un vaso de leche y salvilla con bollo maimón.

Mención especial merece la noble dama doña Ramona Solís de García de la Cruz pues en sus salones de la calle Meléndez se celebraban diariamente tertulias y reuniones literarias y musicales, con el obligado obsequio de chocolate, cita obligada de la mejor sociedad salmantina y de cuantos personajes ilustres visitaban la ciudad.

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Al fallecer doña Ramona, el 15 de diciembre de 1881, abrieron sus salones otras dos ilustres damas: Pilar Morales de Solís, en el palacio de san Boal y en el palacio de la calle de San Pablo, María Rosario González de la Riva y Trespalacios.

Hay que recordar que el chocolate fue la cena de los viejos y los niños acompañado de mantequilla, pan, suizo, picatoste o bizcocho. Tan popular fue el rico alimento que las niñas jugaban en la calle con aquello de: «Chocolate, molinillo, corre, corre, que te pillo» y los inventores del chocolate, que fueron los aztecas, lo recomendaban encarecidamente a las recién casadas para que amaran mucho.

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Manuel Lurueña, hijo de Santiago, tuvo fábrica en Varillas, 26, en 1906 se instaló otra en Rúa 47 y Juan Francés Martín la tuvo en San Juan de Barbalos 12 ya en 1904. En 1906 inaugura una fábrica José Sánchez González en la calle de la Rúa.

Tuvieron representación en Navío, 7, Alejandro Hernández Arroyo de la fábrica de Cantalapiedra «Santa Juliana» y Evaristo Santos, en Asadería, 2, de la de «Nuestra Señora de las Candelas» de Medina del Campo.

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