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En la actualidad, el acceso a la vivienda es un objetivo casi inalcanzable para nuestros jóvenes y tiene su arranque en la crisis que se inició en 2008. Es decir, que venimos arrastrando los pies alrededor de quince años. En efecto, la inversión en vivienda cayó en términos reales un 51% entre 2207 y 2013 y aunque esa inversión fue recuperándose hasta 2020, vino la pandemia y con ella la ausencia de inversión en vivienda y hasta hoy no se ha recuperado el nivel que existía inmediatamente antes de la pandemia (2020).
Según el analista Javier Santacruz, la crisis iniciada en 2007-2008 también provocó un cambio en las preferencias de los consumidores, que empezaron a valorar más la flexibilidad y la movilidad que ofrece el alquiler frente a la compra de una vivienda. Este cambio ha sido especialmente notable entre los jóvenes, quienes –como ya se ha dicho- enfrentan mayores dificultades para acceder a la propiedad debido a la precariedad laboral y los bajos salarios.
Y ante esta situación, ¿qué han hecho las administraciones públicas? Apenas han abordado la construcción de viviendas sociales y se han limitado a incentivar la compra de viviendas con aval público, subvenciones para el alquiler y pocos programas de construcción de vivienda social. Por otro lado, algunas administraciones autonómicas han pretendido regular los alquileres. A tal fin, la Ley de Arrendamientos Urbanos ha sido modificada para aumentar la duración mínima de los contratos de alquiler y limitar los incrementos de la renta. Lo cual ha desembocado en subidas relevantes tanto del alquiler como erigir unas formidables barreras a la entrada para los jóvenes que alquilan su primera vivienda. Como se ve, un éxito descriptible.
Por su parte, el turismo y la inversión foránea han tenido un impacto significativo en el mercado de la vivienda en España, especialmente en las zonas costeras y las grandes ciudades. La popularidad de España como destino turístico ha impulsado la demanda de viviendas para uso vacacional y alquiler a corto plazo, lo que ha contribuido al aumento de los precios.
La inversión extranjera en bienes raíces también ha sido un factor clave, con compradores internacionales adquiriendo propiedades tanto para uso propio como para inversión.
Y a uno, que es muy «antiguo», sólo se le ocurre como solución la inversión público-privada en viviendas sociales, de suerte que los jóvenes y los inmigrantes puedan acceder a la propiedad y al alquiler de viviendas a precios asequibles, ya sea a través de hipotecas o de alquileres de niveles templados.
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