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Tras la patada en el trasero que el martes pasado en el Congreso de los Diputados le han dado los separatistas catalanes de Junts per Catalunya, Pedro Sánchez debería plantearse algo más que seguir a toda costa en La Moncloa.
¿Seguir para qué? Porque hoy está en manos de unos grupos políticos que de progresistas no tienen nada: unos separatistas catalanes y vascos que odian a los españoles y buscan derribar nuestra Constitución y nuestra convivencia.
En efecto, Puigdemont prometió que haría «mear sangre» a Pedro Sánchez si este quería mantenerse en el poder y lo está cumpliendo. Ya van varias meadas, la primera fue la elección de la Mesa del Congreso, la segunda, la investidura, la tercera, la votación de los decretos-ley del Gobierno. La cuarta y la más estrafalaria la ley de amnistía. Y sigue la bola no se sabe hasta dónde ni hasta cuándo.
Lo ha escrito Ignacio Varela: «Necesitando perentoriamente los votos de Puigdemont para pasar la investidura, este le puso una condición terminante: promover una ley de amnistía que obligaba a Sánchez a desdecirse de todo lo que dijo al respecto durante años y así irritar a gran parte de sus votantes, desafiar al poder judicial, arriesgarse a recibir un serio correctivo en la Unión Europea y, sobre todo, comenzar la legislatura provocando un cisma en el Parlamento y en la sociedad. «
La serie de bajadas de pantalones se pueden resumir así: Primero sacas al PSC de la negociación y dejas a Illa para vestir santos. A continuación acusas a los jueces de practicar lawfare. Después dices que se condone la deuda de Cataluña y montas una catarata de agravios comparativos en el resto de España. A continuación dices que vas a entregar la gestión de la inmigración —y con ella, el control de las fronteras—. Luego pasas por el ridículo de inventarte un terrorismo respetuoso de los derechos humanos. Y olvidas que existió una versión catalana de la kale borroka o los negocios turbios con Putin para desestabilizar España.
Parece que Sánchez se ha metido en un laberinto sin salida. Si acepta la última extorsión de Puigdemont sobrepasará el umbral de tolerancia del Tribunal Constitucional, del de Luxemburgo y los tratados de la Unión.
Y a quien esto escribe le parece que lo más lógico y más digno para Sánchez sería retirar la ley de amnistía y -si no saca adelante los presupuestos- convocar nuevas elecciones generales y salir dignamente del Gobierno y de la vida política española, dejando en paz al país y que éste se defienda de sus enemigos.
Eso es lo que yo haría, pero yo no soy Pedro Sánchez.
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