Que el comportamiento social es complejo es una aproximación a la realidad que nadie puede negar. Sin embargo, escuchando a los políticos se oyen continuamente disparates en sentido contrario. El catedrático de la Complutense José Luis Pardo lo ha visto así:

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«Todos los gobiernos democráticos conocidos han aportado a la vida pública su dosis de conspiranoia. Pero, como saben los guionistas del ramo, es muy difícil que nadie crea en la existencia de una conspiración cuya víctima es precisamente el Gobierno.»

En el caso de España esa fantasía la trajeron últimamente los de Podemos y, aunque ellos hayan desaparecido prácticamente del Parlamento, han dejado esa huella indeleble en el Gobierno que preside Sánchez, y éste cada vez se muestra más contrario a la división de poderes y a la prensa libre. Basta para demostrar la existencia de estos disparates con ver y oír los debates que mantienen Sánchez y sus mariachis en el Congreso de los Diputados, negándole al adversario su existencia y no contestando jamás a sus preguntas.

En lo que se refiere a la prensa, Pedro Sánchez ha convertido a quienes lo critican en una fábrica de bulos envueltos en un mundo de fango y mentiras. En palabras del citado José Luis Pardo, «con estos relatos se ha dibujado un país en el que sólo queda un jugador limpio: el propio Gobierno, único Mel Gibson capaz de establecer, como dice el preámbulo de la «ley contra el fascismo» pergeñada por Nicolás Maduro, los «medios y mecanismos para preservar la convivencia pacífica, la tranquilidad pública, el ejercicio democrático de la voluntad popular, el reconocimiento de la diversidad, la tolerancia y el respeto recíproco, frente a agresiones de orden fascista», palabras que podrían ser perfectamente suscritas por nuestros gobernantes.

En tales condiciones de poco sirven los debates políticos y menos aún los jueces capaces de encausar a los koldos y a las begoñas. Y es que para Sánchez y sus esbirros no existe ningún portavoz que diga la verdad ni ningún juez que sea neutral. Y mientras estas sandeces se han apoderado del Gobierno, los prófugos de la Justicia se han convertido en héroes perseguidos por jueces corruptos, y quienes se atrevan a recordar lo ocurrido en Cataluña serán acusados de propagar noticias falsas y por ello serán perseguidos.

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Lo verdaderamente lamentable es que un porcentaje (es verdad que cada vez más pequeño) de españoles parece estar de acuerdo con este discurso sanchista que no es sino un cuento para idiotas.

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