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En 1968, un profesor de Biología de la Universidad de Stanford llamado Paul Ehrlich publicó un libro donde se podía leer:
«En los próximos años cientos de millones de seres humanos morirán de hambre a causa de la sobrepoblación […] nadie podrá impedir un enorme crecimiento de la mortalidad.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que las previsiones de la ONU, del MIT o las del citado Ehrlich cayeran en el más absoluto ridículo, pues aquella crisis demográfica «terminal» nunca existió y hoy nos encontramos con una crisis de distribución de alimentos, pero no de producción. De hecho, se produce más de lo que se consume e incluso podemos hablar de una epidemia de sobrealimentación por un lado y de despilfarro alimentario por el otro.
El caso de Japón es demográficamente muy preocupante: una fecundidad bajísima y un proceso de envejecimiento galopante. Pero tras la pandemia, Japón ha experimentado un notable repunte en el número de residentes extranjeros, con un crecimiento que ronda el 10 por ciento anual. Pero lo más interesante es que este fenómeno no está concentrado en las grandes ciudades sino en las regiones locales, tradicionalmente más cerradas y envejecidas. Según un artículo de investigación reciente del diario Asahi Shimbun, numerosos gobiernos municipales están firmando acuerdos con universidades y ayuntamientos de otros países con el objetivo de atraer mano de obra extranjera cualificada.
Las regiones compiten cada vez más entre sí para captar trabajadores extranjeros, y ofrecen incentivos y apoyos que hace solo unos años hubieran sido impensables. En este contexto, la inmigración es una cuestión de Estado, pero a través de la supervivencia local.
Si la actual dinámica de acuerdos entre gobiernos locales y entidades extranjeras se mantiene, la proporción de población extranjera en Japón podría superar el 10% en 2050, una cifra que superaría con creces las actuales proyecciones oficiales.
El diario Asahi Shimbun encuestó en octubre de 2024 a 67 administraciones locales —entre ellas las 47 prefecturas del país y las 20 ciudades con estatus especial—, y descubrió que un número creciente de municipios está firmando Memorandos de Entendimiento (MOU) con gobiernos, universidades y autoridades extranjeras. Estos acuerdos buscan garantizar formación en lengua japonesa y asistencia en la integración de los trabajadores a cambio de acceso preferente a mano de obra cualificada. Un fenómeno que refleja cómo la urgencia demográfica está transformando la tradicional rigidez migratoria nipona.
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