Pedro Sánchez, tras las elecciones generales del 28 de abril de 2019, pactó en secreto con ERC indultar a los condenados por el Tribunal Supremo y cambiar el Código Penal para eliminar de él los delitos de sedición y malversación. Cosa que nadie supo hasta que llevó esas barbaridades al Congreso de los Diputados.

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Es lo mismo que quería hacer tras los resultados del 23 de julio de 2023, pero esta vez se encontró con el bocazas de Puigdemont, que ha arrastrado a la política española a un debate inútil: amnistía sí o amnistía no. Debate en el cual seguimos inmersos sin que Sánchez haya pronunciado ni una sola vez la palabra amnistía.

Mi hipótesis es que antes de la investidura no va a haber ninguna amnistía y que Sánchez ha conseguido que el bocazas le apoye ya en esa investidura, callado de una puñetera vez.

Así que asistiremos a la votación a favor de Sánchez, sin que los separatistas vascos y catalanes abran la boca en el Congreso de los Diputados mostrando las peticiones que piensan obtener una vez que Sánchez retorne triunfador a La Moncloa, eso sí, con el apoyo de los enemigos de España y de nuestra Constitución.

De esa forma Sánchez volverá a practicar lo mismo que hizo la vez anterior con ERC: silencio durante la votación de investidura y luego cumplirá el acuerdo con Puigdemont, pero sin pasar por el Consejo de Estado ni por el Consejo General del Poder Judicial. ¿Cómo? Mediante una o varias proposiciones de ley, de suerte que la chapuza será aprobada en el Congreso y, aunque el Senado retrase su entrada en vigor, él, el gran Sánchez, habrá cumplido con su pacto con el huido que vive en Waterloo y con los otros separatistas del norte y del este.

Así que de amnistía, nada. ¿Por qué? En primer lugar porque la norma hoy vigente respecto a los indultos (que es del siglo XIX) contempla la posibilidad de indultar antes de pasar por el juzgado en el caso de que delitos semejantes hayan sido indultados antes en otras personas. Cosa que se podrá aplicar -no sé si a cientos o a miles- de los delincuentes separatistas que están ya bajo procesos judiciales.

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A Sánchez, de esta suerte, solo le quedará buscar una fórmula (nada de amnistía) que libere a Puigdemont y compañía de la carga judicial que aún pesa sobre ellos.

Lo que no le será tan fácil a Sánchez será transitar sin apuros por la legislatura, pues esos socios con los que se ha metido en la cama son de todo menos de fiar.

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