Como cantaba el Dúo Dinámico , «El final/del verano/llegó», y añadían «y tú partirás», pero el «tú partirás» que tantos españoles –entre los que me cuento- desean no se va a producir. «Aquí hay Gobierno para rato» acaba de asegurar quien no quiere dejar de hacer daño a la Constitución y, por tanto, a la convivencia democrática en España.

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El discurso de Sánchez pronunciado en el Instituto Cervantes no deja lugar a dudas. Sigue mintiendo, ocultando y tergiversando todo cuanto toca.

Metido en la deriva catalana, va a sacar de aquella comunidad autónoma al Estado, tal como desean los separatistas. La última, por ahora, en salir de allí es la Agencia Tributaria para que sea el Gobierno de la Generalidad el que gestione todos los impuestos estatales que allí se vienen recaudando. La salida de la Guardia Civil y de la Policía Nacional estará también al caer si Sánchez sigue durmiendo en La Moncloa.

Y es que todos los actos gubernamentales se vienen supeditando al interés personal de Sánchez. Y al ligar Sánchez su suerte política a las fuerzas secesionistas, toda la política española se hace depender de lo que ocurra en Cataluña. La desaparición de los nacionalismos disgregadores sería una buena noticia para los españoles, salvo para ellos mismos y para el actual presidente del Gobierno.

Pero no todas van a ser malas noticias. La elección como presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial de la Justicia no parece que haya recaído en una persona al servicio de Sánchez, con lo cual es posible – ¡ojalá!- que la independencia judicial siga vigente y con ello la chapuza que judicial que representa la Ley de Amnistía catalana no entre nunca en vigor, ya que el Tribunal Supremo (Sala Segunda, presidida por el juez Marchena) lo ha dejado muy claro en cincuenta y dos páginas dedicadas a desvelar la torpeza mayor de quienes se metieron a legislar, tan cargados de voluntarismo político como desprovistos de respeto por «las categorías conceptuales» del derecho penal. Un relato argumental cargado de sorna que culmina así: «El rechazo de la Sala a la petición del fiscal y las defensas de declarar amnistiado el delito de malversación es consecuencia de la definición que la propia Ley de Amnistía hace de su ámbito objetivo de aplicación».

Lo que en el lenguaje coloquial se traduciría más o menos así: os habéis querido proteger tanto y de forma tan obtusa que, con esta ley chapucera, nos habéis suministrado la soga con la que ahorcar vuestro propósito subversivo.

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