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El lunes pasado cenamos en casa mi mujer y yo con un amigo escritor y cordobés, con la intención de ver el debate entre Sánchez y Feijóo. A los diez minutos de comenzar la refriega mi mujer se levantó y dijo: «No aguanto más a ese faltón»… y se fue a la cama. Pero el cordobés y yo aguantamos hasta el final viendo cómo el faltón no dejaba a Feijóo meter ni una de canto. De esta suerte resultó casi imposible sacar algo en limpio, pues el más nombrado por parte de Sánchez, Santiago Abascal, no estaba allí.
Mi amigo y yo quedamos sorprendidos de la actitud tomada por el todavía presidente del Gobierno, así que, pese a las interrupciones, Feijóo consiguió meterle dos o tres bolas de set… y ganó el debate, como reconocieron al día siguiente todos los medios, incluido El País, tan sanchista él.
Fue Cayetana Álvarez de Toledo quien, tras la crisis de Casado, resumió aquella situación afirmando que el PP había entregado el timón a Feijóo simplemente porque en aquellas circunstancias Feijóo era «el adulto en la habitación». Y, en efecto, así lo ha descrito el analista Ignacio Varela a propósito del debate:
«Lo que allí ocurría era una conversación imposible entre un político adulto en plena madurez y un pandillero ahíto de poder y afectado de hidrocefalia del ego, enrabietado desde el primer minuto al comprobar que la faena no sería tan sencilla como le habían contado y que la víctima propiciatoria que alguien le prometió —o él mismo imaginó— tenía uñas, dientes y puños, y sabía repartir hostias como panes, si me excusan la expresión, sin descomponer la figura.
Feijóo utilizó una carga de profundidad que desarmó a Sánchez: le ofreció firmar allí mismo un acuerdo para que gobernara el partido más votado, y sabía que su rival no estaría en condiciones siquiera de escuchar la oferta, de ahí los intentos espasmódicos de Sánchez por impedirle que la formulara. Pero lo hizo y lo repitió varias veces, para descubrir que lo único que se les había ocurrido a Sánchez y su legión de asesores para contrarrestar el torpedo era mencionar una y otra vez a Fernández Vara, a quien desconocen siete de cada 10 españoles.
Terminaré con otras palabras de Varela: « La victoria de Feijóo radicó en percibir que todo era tan sencillo —y a la vez tan difícil— como hacer emerger al Sánchez verdadero y que el gran simulador se mostrara tal cual es: poseído de sí mismo, colérico, intolerante ante las contrariedades, tan campanudo en la expresión como hueco en la sustancia.
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