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Respecto a la amnistía, poco puedo añadir a lo escrito por Daniel Gascón en 'El País', que dice lo siguiente: «La diferencia entre los indultos y la amnistía es que con los indultos el Estado perdonó a los líderes separatistas condenados por los hechos de 2017, mientras que con la amnistía es el Estado el que les pide perdón. […] Los funcionarios, abogados, fiscales, jueces, policías y el Rey, que defendieron el orden constitucional, habrían actuado de forma injusta».
Pero dejemos la amnistía y bajemos a la decisión real de encomendar a Pedro Sánchez la formación de un nuevo Gobierno. La decisión del rey apela al punto 3 del artículo 99 de la Constitución, según el cual, si el primer candidato propuesto no obtuviera la confianza de la Cámara, «se tramitarán sucesivas propuestas», pero no siempre ha sido así. Tras las elecciones de diciembre de 2015 solo hubo una sesión de investidura, la primera fallida de Pedro Sánchez. Tras las de abril de 2019, sucedió lo mismo. Pedro Sánchez lo intentó una vez y, ante la evidencia de que no había investidura posible, el rey dejó correr el plazo hasta la convocatoria de nuevas elecciones.
Ignacio Varela ha escrito que «con la incorporación de la derecha xenófoba y supremacista catalana al bloque sanchista queda consolidado el teorema formulado inicialmente por Pablo Iglesias en 2015» y que Pedro Sánchez asumió como propio para convertirlo en fundamento de su proyecto de poder hasta el día de hoy y en adelante.
Ese planteamiento se basa en dos ideas. Primera, que en los resultados electorales desde hace ya muchos años la alianza estable de las formaciones de izquierda de ámbito nacional con todos los partidos nacionalistas de vocación disgregadora resulta aritméticamente imbatible y garantiza el ejercicio del poder durante largos periodos, creando un cordón sanitario sobre la derecha democrática.
Para que Sánchez siga en La Moncloa es precisa la petrificación de dos bloques incomunicados y enfrentados entre sí, con la voladura de todos los mecanismos de entendimiento transversal. Los datos de las cinco elecciones generales celebradas entre 2015 y 2023 lo confirman.
¿Es posible romper este enfrentamiento? Yo creo que sí, para lo cual el PP no puede seguir mirando para otro lado cada vez que Vox le pide paso institucional. A ver si nos aclaramos: Vox es un partido de derechas, pero no es un enemigo de la Constitución o de España, como sí lo son los separatistas, y eso es lo que debe decir el PP.
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