Secciones
Destacamos
El economista Javier Santacruz escribió días atrás que «atender cada año la Cumbre del Clima no es otra cosa que navegar en un océano de contradicciones permanentes a la búsqueda de un acuerdo global que nunca llega. El texto de consenso que se firma al finalizar cada COP no es más que una sucesión de frases de compromiso».
Este año 2023 la cumbre se ha celebrado en Dubái, uno de los países productores de petróleo, y al final se ha conseguido –no sin problemas– un acuerdo que «reconoce la necesidad de profundas, rápidas y duraderas reducciones de gases de efecto invernadero« y para ello «pide a las partes que contribuyan».
Más concretamente, se trata de triplicar la capacidad de energía renovable y duplicar la eficiencia energética de aquí a 2030; acelerar los esfuerzos para reducir progresivamente el carbón, la fuente de energía más contaminante y dejar atrás los combustibles fósiles «de una manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la acción en esta década, para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050».
Pero antes de seguir, ¿cuál es el «exceso de emisiones» causado por el ser humano con respecto a la evolución natural de los ciclos de la Tierra? Sería esperable un ritmo de descenso de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Pero no. En términos absolutos a nivel mundial en 2023 se estima que alcanzarán los 41.400 millones de toneladas de CO2, lo que supone un aumento del 28,8% con respecto a los niveles de 1990.
Veamos cómo se distribuyen las emisiones de los GEI. Los países que más emiten son China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón. Estos cinco países representan el 60% del total de las emisiones mundiales. Por tanto, el foco debería ponerse aquí y no en el 40% restante, y mucho menos en lo que supone ahora menos de un 10% como es la Unión Europea.
No es en la UE donde se ha de poner el dedo, aunque el caso de Alemania, gracias a los ecologistas, no va bien, pues allí el incremento exponencial de los costes energéticos ha llevado a una mayor utilización de combustible fósil de alta polución como es el carbón. Y es que los ecologistas la tomaron en su día contra la energía nuclear, que no contamina.
Teniendo en cuenta los datos aportados, en la UE debería imperar la prudencia y, como escribió Santacruz, «la UE se ha comprometido a reducir sus emisiones en un 55% para 2030 y en un 55% para 2050». Viendo el comportamiento del resto de países contaminadores y la realidad europea, convendría detenerse y ser inteligentes antes de seguir predicando.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.