Lo describe muy bien Tomás Toranzo: «Demasiada ideología política para lo que debería ser una regulación laboral».

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Se refiere a la maniobra de la ministra de Sanidad, Mónica García, para prohibir por ley que los jefes de servicio de los hospitales públicos puedan compaginar su cargo con otro trabajo en clínicas privadas durante su tiempo libre.

De momento son los jefes de servicio. Después -así lo reconoce- puede que sean los médicos jóvenes que acaban de terminar su etapa MIR. Y en el futuro... En el futuro nada porque los ministros de Sanidad, por desgracia o por fortuna, duran pocos años y García -que incluso incomoda a los de su bando- no va a ser la excepción.

Lo bueno que tiene la ministra es que no se la puede tachar de hipócrita ni de chaquetera. Odia a la sanidad privada tan fuerte, o más, como el primer día. Y no lo disimula.

Desde el primer día ya dijo que le hacía especial ilusión cargarse el modelo de Muface, Isfas, Mugeju, etc.

Nunca ha ocultado que quiere limitar los conciertos que los hospitales públicos firman con la privada cuando están con el agua al cuello y necesitan externalizar algunas operaciones o prueba diagnósticas.

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Ahora lanza otro dardo dirigido poniendo a los jefes de servicio en el brete de elegir entre su cargo en la sanidad pública y sus 'extras' en la sanidad privada.

Lo que no sé es si piensa que, llegados a ese punto, todos los jefes de servicio -por lo general, médicos ya veteranos y con el reconocimiento conquistado- van a renunciar a un puesto donde la rentabilidad económica que le sacan a cada hora de trabajo puede ser muy superior a la del Sistema Nacional de Salud.

«Ser jefe de servicio no es una obligación. «Quien quiere ocupar este puesto, se presenta, y el que no, no se presenta», ha respondido la ministra. Un 'son lentejas' de manual.

Y así será. Puedes tener al frente de un servicio hospitalario a una eminencia: un médico Forbes, codiciado por cualquier hospital de España al que, de repente, le dices que no le autorizas a hacer lo que le dé la gana en su tiempo libre.

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En ese escenario se abren varias opciones: que te mande a paseo y se quede en la sanidad privada o, en el mejor de los casos y si no es de los que se le caen los anillos por dejar de ser el que manda, que renuncie a la jefatura para seguir alternando ambos trabajos.

Habría que llamar al siguiente, y al siguiente... así hasta encontrar un médico que no tenga interés por trabajar en la sanidad privada, o que la sanidad privada no tenga interés en él.

Entre el gremio se apunta que lo de restringir esta compatibilidad a quienes acaban de terminar el MIR puede tener un pase porque el estado ha invertido un dinero para su formación, y sería un riesgo que al día siguiente de ser adjuntos se coloquen en el escaparate de la sanidad privada y puedan salir del sistema.

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Otra de las claves de esta polémica la aporta el presidente del Colegio de Médicos, Santiago Santa Cruz. ¿Cuál es el problema de alternar ambos trabajos? ¿Qué la privada le robe tiempo o dedicación a la pública? En ese caso lo que hay que hacer es vigilar la profesionalidad de cada médico, sin generalizar. Sobre todo, que cumplan escrupulosamente con sus horarios, que es -posiblemente- el germen de esta polémica.

Controlar la presencia de los sanitarios en su puesto de trabajo era uno de las lanzas de batalla de la Consejería de Sanidad hace ya varios años. Se habló de instalar controles de presencia, fichar a la entrada y a la salida... Aquello, por lo que se ve, tenia más miga de lo que parece y se fue diluyendo.

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