La verdad es que me da igual a quién vote ese sujeto, por llamarlo de alguna manera. Tendría gracia además, que utilizara ese derecho alguien como él, que intentó imponer la dictadura de las balas y las bombas. Ahora podría dar su voto a cualquiera porque todos le van a ahorrar seis años de cárcel. Da vergüenza vivir en un país en el que el gobierno cuela una reducción de las penas de los terroristas, a cambio de sus seis votos en el Congreso, y en el que a la oposición le cuelan una enmienda infame, por no leerse bien un texto de nueve páginas.
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El año que viene, Francisco Javier García Gaztelu, alias «Txapote», saldrá a la calle. El asesino de Miguel Ángel Blanco y de Gregorio Ordóñez tendrá entonces 59 años. Habrá pasado en la cárcel 26 años de los más de 600 a los que fue condenado. Es decir, habrá cumplido solo 2 por cada uno de los 13 crímenes que cometió.
«Txapote» es de esos tipos que tiene cara de asesino. Su mirada es de matón y no se le atisba el más mínimo síntoma de arrepentimiento. Seguramente sea porque se hace el duro, cuando en realidad lo que será, es bastante bruto. Le imagino poca inteligencia y los escasos ratos que habrá dedicado a pensar, los habrá focalizado en el empleo de las armas o en los chutes ideológicos necesarios para acabar con la razón definitivamente nublada.
El caso es que este sanguinario terrorista podrá pasear libremente el año que viene. Y al año siguiente podrá caminar acompañado. Porque su pareja, Irantzu Gallastegui Sodupe, alias «Amaia», una tiparraca del mismo pelaje, saldrá también en 2026, gracias a la reforma legal aprobada por la unanimidad más bochornosa, que se ha registrado en el Congreso de los Diputados.
Todo esto es tan doloroso como inexplicable. El estado de derecho debería ser más fuerte y sobre todo mucho más contundente, contra quienes se han intentado cargar la democracia. Los años de cárcel se acumulan en las sentencias y luego las condenas reales se quedan en menos de la décima parte de la suma.
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La foto de la salida de la cárcel de «Txapote» será muy amarga para las víctimas y para toda la sociedad española. Y en unas semanas comenzara el goteo de los otros 43 etarras. Ahora, el asesino de Miguel Ángel Blanco ya podrá botar con «b» de alegría en su casa. La política le ha regalado esa victoria. Unos por falta de escrúpulos y otros por falta de atención. Terrible.
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