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Por fin llegó el estreno en los cines de «Tardes de soledad». Llevaba meses esperando ver esa obra dirigida por un cineasta de Bañolas, que se ha llevado la Concha de Oro del Festival de San Sebastián.
Coincidí con él en la presentación de los carteles de San Isidro. Allí dijo que la película era un «canto a la vida» y que nos acercaba a la cultura del toro con «toda su complejidad». Y eso despertó aún más mi curiosidad. Así que me senté en la butaca lleno de expectativas. Y ese fue mi gran error. Porque si algo tiene «Tardes de soledad» es que no hay que ir a verla predispuesto a nada, porque no se trata de un documental convencional. Más bien es la visión de un artista que decide eliminar todos los filtros, para mostrar el lado más íntimo y también el más cruento de la tauromaquia, desde un punto de vista neutral.
Albert Serra abandona la estética, para adentrarse en el alma del torero y del toro. Y refleja sus miedos, sus inseguridades y sus introspecciones. En un arte tan visual, curiosamente lo mejor son los sonidos y los silencios. Nunca antes se había oído con tanta nitidez la respiración del toro. Y tampoco se habían escuchado los atronadores silencios del torero, cuando viaja en la furgoneta camino del enfrentamiento con la muerte o cuando cumple con la liturgia de vestirse de luces.
Y aún con todo eso, si le digo la verdad, lo mejor de la película no lo he sentido en la butaca del cine. De hecho, hay partes que me parecen repetitivas. Lo más importante para mí es lo que ha alcanzado fuera de las salas. Porque ha logrado que una gran figura del toreo como Roca Rey se abra en carnes ante una cámara. Porque ha conseguido que el Pacma, ese partido que no tiene ni un solo concejal, quiera prohibir su exhibición. Y porque está mostrando en una pantalla gigante la imagen más transgresora de un arte vanguardista, que viene de siglos atrás.
El estreno llegaba pocos días después de la impresionante entrevista a Morante de la Puebla en Abc. Otro desnudo integral de un torero, que intenta lidiar con los tormentos de su mente. Un toro extremadamente complicado, que no sé hasta dónde le dejará llegar esta temporada. También estuve con él en la presentación de los carteles de San Isidro y la mirada, la sonrisa forzada y las pocas palabras con las que trataba de responder a los ánimos, delataban la crudeza del tratamiento.
La temporada no ha podido empezar mejor. Un mano a mano en unos terrenos complicados, que por desgracia pisan poco. El cine y las letras y con toda la verdad por delante. Olé…
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