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Santos Cerdán antes de dedicarse a la política y de hacer de chófer de Sánchez, en una de sus huidas hacia adelante, fue técnico de mantenimiento en varias empresas. El presidente en funciones no ha podido elegir mejor metáfora para claudicar en Bruselas que personalizarla en él. Lo de la capital comunitaria no han sido ni encuentros, ni reuniones, ni negociaciones, ni discusiones, ni nada que se le parezca. Ha sido una «ñapa» de mantenimiento cerrada por un operario del partido, que hace lo que le dicen porque su sueldo depende de ello. Todo lo hablado y escrito tiene un único objetivo: el mantenimiento de Sánchez en Moncloa a cualquier precio, ni más ni menos, ni menos ni más.
Esa es la única lectura del acuerdo firmado por el PSOE y Junts. Al menos deberían tener la decencia de no intentar explicarlo. Todo lo firmado y lo que vendrá con la futura ley de amnistía, no son más que unas hojas llenas de barbaridades, cesiones, traspasos y abdicaciones a cambio de siete votos. Los que necesita Sánchez para seguir en el poder. Si esos apoyos no fueran imprescindibles para el PSOE, el olvido seguiría siendo inconstitucional y Puigdemont continuaría siendo un prófugo de la Justicia. Si esos siete escaños no fueran vitales para Sánchez, el comité federal del PSOE habría aplaudido hace días, justo lo contrario a lo que aplauden ahora. Así de crudo.
Se puede plantear una ley de amnistía, claro que sí, faltaría más. Se puede estar a favor o en contra, no tengo la menor duda. Pero una medida tan extraordinaria, no se puede plantear a cambio de siete votos en el Congreso, por el candidato que ha perdido las elecciones, sin pedir nada a cambio y sin un ápice de arrepentimiento de los afectados. Una medida de tanta trascendencia, o se pacta con el principal partido de la oposición, que es el otro que puede gobernar, o se lleva a las urnas mediante elecciones o un referéndum. No hay más.
Manuel Azaña ya lo hizo con Lluís Companys y quienes le acompañaron en su golpe de Estado contra la Segunda República en 1934. Pero con una diferencia fundamental, esa amnistía fue el primer punto del programa electoral con el que el Frente Popular se presentó a las elecciones generales de 1936 y las ganaron. El que fue a votar sabía las consecuencias de su sufragio, nadie engañó a nadie.
Llegados a este punto me pregunto: ¿De verdad merece tanto la pena el poder, querido Sánchez? ¿De verdad es tan adictivo como para doblegarnos a todos ante un sujeto como Puigdemont, humillar a los jueces, manchar la imagen de la democracia española, arrastrar al PSOE a un abismo, perdonar la corrupción o hacernos pagar la factura de su despilfarro, a cambio de seguir unos meses o años más en el Palacio de la Moncloa? El gran temor que tenemos muchos, es que solo a ti, te merezca la pena.
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