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Este sábado se cumplen 93 días desde la última investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno. Aquel debate y aquella negociación para seguir en Moncloa fue un reflejo de lo que ha venido ocurriendo después, en estos casi 100 primeros días de la legislatura. La política de toda una nación ha gravitado en torno a una amnistía, que más allá del escándalo que supone, solo responde a los intereses personales de dos personas. Uno es Puigdemont y el otro es Pedro Sánchez. Cataluña y las tensiones territoriales han vuelto a estar en el centro del foco, hasta que han empezado a surgir los verdaderos problemas de la gente.
Los agricultores han sido los primeros en lanzarse a la calle, para recordar que el campo lleva muchos años herido de muerte, sin que ningún gobierno le haya prestado la mitad de la atención con la que se cuida «la convivencia en Cataluña». Los tractores en las carreteras son la muestra de un sector que se ha venido manteniendo a base de subvenciones europeas, y al que ahora se ahoga a base de normativas desde las mismas instituciones comunitarias. El campo agoniza y deja a los pueblos sin habitantes, porque los vacía de oportunidades. Luego llegan las campañas electorales y a todos los políticos se les llena la boca de presuntas ayudas para evitar el desastre de la España vaciada. Y el resto nos conformamos con ir de visita y evocar una vida tranquila, que en el fondo nadie quiere, porque no hay forma de montar una vida en esas zonas rurales.
En el otro extremo de España, en Barbate, ha tenido que ser un asesino el que le recuerde también al gobierno el abandono que sufren desde hace años las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para luchar contra el narcotráfico. Los policías y guardias civiles de la zona llevan años sufriendo su impunidad y la mirada hacia otro lado del Ministerio del Interior. He conocido personalmente a alguno de ellos y solo la vocación personal les mantiene en un destino en el que los malos campan a sus anchas con el apoyo de muchos de sus vecinos y la convicción de que no hay agentes suficientes como para cortarles un negocio del que viven miles de familias.
También los transportistas han amagado con los paros y por supuesto que también podríamos salir a protestar a la calle los consumidores, que nos encontramos cada día con precios disparados en los mercados, que han venido para quedarse, por mucho que las estadísticas digan lo contrario. Y los jóvenes se podrían sumar a las protestas, porque siguen viendo cómo sus salarios no suben. Y así podríamos seguir el repaso hasta a abarcar diferentes sectores de la sociedad. Pero a falta de lo que pase mañana en Galicia, la agenda del gobierno parece vaciada. Solo aparecen en ella el nombre de Puigdemont y la palabra amnistía. Ya va siendo hora de que se ocupen del resto de los problemas de la mayoría de la gente.
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