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Pedro Sánchez ha decidido empezar a vender su investidura por el lado más amable. Esta mañana se ha montado un comité federal, para que los de dentro aplaudan las medidas sociales pactadas con Sumar, mientras los de fuera preguntan por la amnistía. Más allá de ese acuerdo, que estaba cantado, el mantra es que las negociaciones avanzan. Si es que se puede llamar negociar a ceder o hablar a imponer. Sea como fuere, los resultados electorales del 23 de julio concentran tantas salidas personales de personajes de dudosa reputación que harán imposible que no haya investidura.
Carles Puigdemont sabe desde el día 24, que la única forma que tiene de volver a España impune y triunfador es facilitando la continuidad en el poder del presidente del Gobierno en funciones. Solo un acuerdo con él, le permitirá volver a presentarse a unas elecciones autonómicas y seguir viviendo del cuento de la lechera de la independencia.
El indultado Oriol Junqueras está actualmente inhabilitado por corrupción hasta 2031. Le quitaron la sedición pero sigue condenado por malversación. La amnistía es su único camino para también volver a presentarse a unas autonómicas y ser el presidente de la Generalitat. Así que el de Esquerra ya sabe lo que tiene que votar si quiere instalarse en el Palau o en el Parlament.
Arnaldo Otegi es el que menos ha querido disimular viendo lo bien que le va, con el disfraz de socio de Sánchez. El batasuno aspira a ser el próximo lehendakari después del repaso que le dieron al PNV en las pasadas elecciones. Y Otegi sabe que esa meta, previsiblemente, solo la podrán alcanzar con el visto bueno, o la mirada para otro lado de los socialistas vascos. El objetivo de Bildu no son los presupuestos generales del Estado, ni las medidas sociales, como dice la ofuscada Reyes Maroto. Su meta es regar de beneficios penitenciarios a los terroristas de ETA, ahora que el gobierno vasco tiene las competencias en prisiones.
En esta amalgama de intereses personales también figura, por supuesto, Yolanda Díaz. La líder de Sumar, después de purgar todo lo que huele a Podemos, va de la mano de Sánchez a todos los sitios, porque sabe que es su única forma de no acabar como Pablo Iglesias, el hombre que la designó y que ahora se va dando cabezazos por las esquinas por su error.
Y cómo no… ¿Quién es el que tiene un mayor interés personal en la investidura de Sánchez? Obvio, el propio Sánchez. El presidente del gobierno en funciones no quiere ni oír hablar de volver a las urnas, y menos ahora con la sombra la amnistía. Sánchez aspira a estar en Moncloa nueve años, después de ganar unas solas elecciones, sea como sea. Aunque será difícil que esta legislatura dure mucho.
Demasiados intereses personales y cruzados como para que las matemáticas parlamentarias se tuerzan. Ahora solo falta concluir el paripé negociador y disfrazarlo de acuerdo político necesario. Y en eso es en lo que están.
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