Estos días de julio me he hecho varias veces la pregunta que con la que titulo este artículo. En pocos días hemos visto a dos Españas, y no me refiero a esas a la que acuden permanentemente los polarizadores de la política. Le hablo de los dos espejos a los que nos hemos podido mirar en las últimas semanas.

Publicidad

Por un lado, el de la selección española, el del deporte, el del éxito de un grupo reunido en base al talento, al esfuerzo personal y a los méritos. Una España que se contrapone a la otra que ocupa perpetuamente el debate público. Esa en la que domina la crispación, el chantaje, la falta de acuerdo, la ausencia de unidad, el egoísmo personal y la falta de escrúpulos.

La selección ha enganchado todavía más, porque se ha sacudido esa capa de porquería que en otras épocas intentaba mezclar lo político y el deporte. Ya no hay un entrenador como Clemente, que intenta ocultar sus limitaciones con insultos y exabruptos. Ya no hay jugadores que se tapan la bandera haciendo dobleces en sus medias, ya no hay pleitesía a los políticos que intentan salir en la foto del éxito. El triunfo es coral y las pantallas gigantes se han multiplicado por todos los rincones del país. Da igual la procedencia de los jugadores y nadie se mete con los cánticos espontáneos de un grupo de jóvenes que celebra sin complejos, ni ataduras, que han sido los mejores con mucha diferencia. Me gusta ese espejo porque representa a una sociedad heterogénea, que no te mira el DNI para encontrar prejuicios. Me gusta ese reflejo de mucha gente joven, que trabaja sin descanso para labrarse un futuro con el aval de ser la generación mejor preparada que hemos tenido hasta ahora. Me representa esa frescura que de repente se enfrenta a los gallos de Europa, con respeto y a la vez con descaro. Que no pierde su identidad porque tienen la seguridad de ser los mejores.

Esa España nada tiene que ver con la política que nos martillea cada día. Las alineaciones no se negocian por cuotas de partido entre el PP y el PSOE. No hay nacionalistas que exijan dinero o impunidad a cambio de votos quebrando la igualdad con el resto. Afortunadamente, en el deporte no hay Junts, ni Esquerras, ni Bildus que valgan. Tampoco hay sobreactuaciones como la última de Abascal, ni «Begoñas» Gómez que se aprovechen de la casa en la que viven.

No sé usted qué pensará. ¿A quién nos parecemos más? Yo lo que sí tengo claro es a quién quiero parecerme.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad