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En mayo de 2004, cuando Carmen Calvo era ministra de cultura de Zapatero, dijo una frase que muchos aún le recuerdan: «Estamos manejando dinero público, y el dinero público no es de nadie». El aserto sugiere una lectura infantil de la economía y esconde una evidencia. Y es la ligereza con la que se tratan los fondos públicos por parte de algunos miembros de la clase política. Claro, que en aquella época Carmen Calvo desembarcaba en el gobierno central después de algunos años en la Junta de Andalucía. Una administración en la que se despilfarraba pasta en chiringuitos y se nadaba en la abundancia de los ERE falsos.
El concepto de la que después fue vicepresidenta de Pedro Sánchez, me viene a la memoria recurrentemente cuando veo que se dilapida la cosa pública sin ningún rubor. Y esta semana lo he tenido muy presente, a costa de la condonación de la deuda propuesta por María Jesús Montero a las Comunidades Autónomas.
Una vez más se ha pretendido usar el dinero de todos para premiar a los que lo despilfarran en una ensoñación independentista, que ni siquiera apoya la mayoría de sus ciudadanos. Otra vez, se quiere usar a la Hacienda Pública para impulsar la campaña propia que María Jesús Montero como líder del partido en Andalucía. Y de nuevo, se tratan de usar los fondos de todos para que el díscolo García Page, no se alíe con las comunidades del PP y mande al traste el argumentario de Moncloa.
«El dinero público no es de nadie», vuelve a intentar hacernos creer el gobierno, cuando lanza el mensaje de que cada ciudadano va a tener menos deuda gracias a la ministra de Hacienda. Y sin embargo, no hay que ser economista para saber que la deuda se crea pero no se destruye.
Lo ha explicado meridianamente claro Felipe González, que es mucho más que una piedra en el zapato para Pedro Sánchez: «cambiar la deuda de aquí a aquí, no es quitarla». O lo que es lo mismo, todo el dinero que Hacienda le perdone a las Comunidades, lo tendrá que asumir el Estado. Y eso, venga de un lado o del otro lo pagamos los mismos que somos los ciudadanos, a través de nuestros impuestos. Por lo tanto, la condonación es un premio al derroche de una administración. Y cuanto más se premie, como en el caso de Cataluña, es porque peor han hecho su trabajo. Tan sencillo como sonrojante.
Y por supuesto, el dinero público tiene dueño y somos todos. Lo que no merecemos es tener políticos que lo gestionen como si no fuera de nadie.
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