«Si no los puedes convencer, confúndelos», la frase la pronunció en un discurso, en el año 1948, el entonces presidente de los Estados Unidos, Harry Truman. Se defendía así de los ataques de los republicanos que intentaban aprovechar su falta de carisma y su baja popularidad para retornar a la Casa Blanca.
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La segunda carta del presidente Pedro Sánchez en poco más de un mes me llevó enseguida a recordar ese aforismo, que resume a la perfección la nueva estrategia del presidente y de la corte de forofos de la que se rodea.
La maniobra de la confusión no puede ser más burda y más obscena. Pedro y Begoña se presentan como víctimas para no dar explicaciones, lanzan bulos contra jueces y medios de comunicación para generar dudas sobre noticias que no parecen ser capaces de desmentir y acusan a la oposición de juego sucio para evitar responder cuando les piden responsabilidades.
A estas alturas ni Sánchez ni Gómez, han explicado por qué la esposa del presidente ha firmado cartas de recomendación para empresas que se han presentado a concursos públicos. Tampoco nos han contado la causa por la que varias compañías con participación pública han trabajado gratis para crear una aplicación para ella. Ni Pedro ni Begoña han explicado por qué ella registró ese trabajo a su nombre, como tampoco nos han esclarecido cómo es posible que ella haya ejercido una cátedra en la Universidad Complutense sin ni siquiera ser licenciada.
A todas estas cuestiones tan sencillas de responder si no hay nada que ocultar, la pareja las denomina fango y el estribillo lo repiten machaconamente sus más fieles seguidores. Su mayor problema es que a los jueces no les basta con un slogan o con una arenga en un mitin. Los magistrados necesitan respuestas. A los tribunales no se les pueden confundir, cuando no se es capaz de convencerlos. Ahí no vale la burda estrategia política emprendida estos días para taparlo todo.
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Pase lo que pase en los juzgados, los ciudadanos tenemos derecho a saber si se ha utilizado La Moncloa para beneficio personal de la esposa del presidente. Porque aparte del judicial hay un componente ético y estético que va en el cargo y que obliga a asumir responsabilidades políticas.
Serán los tribunales los que decidan si hay delito. Para la parte de la moral y la política, basta con dar todas las explicaciones posibles en el Parlamento o en una rueda de prensa. Tan sencillo, que no hay confusión posible.
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