En Pedro Sánchez no existe mentira que no le sonría en los labios o que le deje de alegrar la lengua. Y da igual que mienta desde Madrid, desde Bruselas, desde Osaka o desde Washington; ciudad a la que don Pedro voló en Falcon la pasada semana para mentir y darse a merecer, pensando, como siempre, únicamente en su futuro a corto o medio plazo; fuera de España, claro está.
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Fue recién salidito del Despacho Oval, tras el vis a vis con Joe Biden, con el que parece conectar a las mil maravillas desde que Moncloa le regaló zapatillas de esparto a su mujer y a sus nietas. Fue cuando al señor presidente de España le esperaban los medios, para que diera su parecer sobre los cuarenta y cuatro terroristas de ETA que figuran en las listas de Bildu paras las elecciones del 28 de mayo. Fue exactamente cuando declaró: «Hay cosas que pueden ser legales, pero no son decentes». Y tras decir esto, como era previsible, su sonrisa se desplegó, visiblemente ancha, manifiestamente ufana, claramente satisfecha, sin que la mentira le frunciera el gesto, por vergüenza.
Hay sonrisas que son de difícil digestión. A alguien que ha asesinado gente inocente a bocajarro las leyes democráticas no deberían darle sillón ni sueldo institucional. ¿Cómo acudir con fe a las urnas cuándo se sabe que parte de los que escribieron la historia más trágica, violenta y reciente de España tienen sus nombres impresos en las papeletas? ¿Qué más da que sean cuatro o cuarenta y cuatro? No es precisamente Pedro Sánchez un ejemplo de decencia, no, sino un dechado de redundante mentira y de infinita ambición. Con cuatro o cuarenta y cuatro, Sánchez pactará, llegado el caso, si no le salen las cuentas para seguir en el poder.
«No os confíes en palabras mendaces», leo en el Libro del profeta Jeremías. La campaña electoral, ya en marcha, dejará muchísimas trolas, camelos, disparates y promesas en el aire. La campaña también ensayará ampulosas y extraordinarias sonrisas en los espejos, porque está claro que, para conquistar amores, nadie va a salir a la calle con cara de perro. Decidir el voto en estos tiempos se hace un dificilísimo ejercicio de conciencia, porque sabemos que «hay lo que hay y no hay otra cosa». Pero siempre nos quedará elegir entre unas mentiras y otras mentiras. Siempre entre unas sonrisas y otras sonrisas. Siempre entre decir rotundamente NO a ese sanchismo mendaz y risueño que no le hace ascos a los bildutarras, y buscar más plácido amparo entre quienes mentirán y sonreirán sin dar cancha a criminales con capucha, que ni piden perdón a las víctimas, ni se arrepienten de sus asesinatos.
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