Desde el jueves pasado al domingo de ayer, han echado humo las redes sociales narrando, con cientos de fotos y tuits, las celebraciones en torno al Corpus Christi por muchos pueblos de la provincia. Pueblos llenos de ganas, que no se han dejado intimidar por ninguna suerte de tormenta -climatológica o política-, para evitar quedarse en casa. Y así, desde que se gritó el primer ¡Viva los Corpus!, ya todo ha sido un encuentro y abrazo feliz a vecinos y gentes. Porque, si algo hay que aún se sostiene en las fiestas rurales, es ese sentir común de alegría que sobrepasa todas las diferencias de edades e ideologías.
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Mis Corpus han estado en las calles de La Fuente de San Esteban: mi pueblo de adopción, mi querida costumbre del día a día; el lugar donde tengo el privilegio de sentir a todos cerca, para no errar sola por estos desiertos que no sé si son de Dios o del demonio.
En los corpus de este 2023, la sorpresa estaba en el aire. En el atril de salvas a las fiestas, Manuel Rufino, el alcalde. Veinte años como regidor del pueblo, que ya terminan; veinte años de tiras y aflojas para que el pueblo haya podido ir tirando adelante. Porque lo de ser alcalde de un pueblo, a mi modo de ver, es bastante más difícil que ser procurador, diputado o cualquier otro cargo en instituciones más grandes, donde los asuntos embarrados pueden resolverse mejor, al ser muchos para ayudar a lavar y tender la ropa.
Y, en el atril de pregonera, Sara Rodríguez, uno de esos cerebritos del pueblo que trabajan en la Computación y en la Inteligencia Artificial; una de esas mujeres jóvenes y llanotas, a la que sus viajes por el mundo como investigadora y las tecnologías avanzadas, no la han apartado de sus raíces, ni de sus amistades o tradiciones.
Se hace complicadísimo imaginarse una década más allá de este 2023, donde no sabemos si los robots llegarán a pensar por nosotros, o pondrán en riesgo estos sentimientos de raigambre y folclore popular. Es un hecho que el fantasma de la Inteligencia Artificial ya anda paseándose por el mundo, con pintas raras y metiendo miedo. Es un hecho también que todo futuro tiene un relato lleno suspense. Pero, como siempre, habrá que darle tiempo al tiempo.
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Como siempre, dejarse llevar por el sentido común y la cortesía, para despedir con respeto y gratitud a lo que queda atrás, mientras se desea suerte y ofrece confianza a lo nuevo. Ignoro cómo gestionarán en el futuro estas cosas los algoritmos de las máquinas. De momento y mientras yo pueda decidir, queden aquí estos dos cordiales y públicos abrazos. Uno para Manuel Rufino y otro para Paco Cañamero.
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