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Soy nieta del Cuerpo y con eso está dicho todo. Una de tantas que vino a crecer entre uniformes verdes y tricornios negros. Una más de aquellas niñas y niños que corrían por los patios de las casas-cuartel de la Guardia Civil, donde se tendían al sol los días azules y las sábanas. Aquí vivo yo… y mis abuelos -decía orgullosa a todos, con los ojos muy redondos y siempre señalando la rojigualda que ondeaba en la fachada. Y no necesitaba nada más. Tras aquel portón estaba toda mi felicidad y el hogar donde fui forjando los valores inquebrantables del gran sueño de la vida. ¡Cuántos ángeles de la guarda vigilando de reojillo mis travesuras! ¡Cuántos rapaces como yo, rasguñándonos las rodillas en el larguísimo pasillo blanco del cuartel! ¡Cuánta alegría familiar, cuánto sol, cuánta fortuna en la casa!

Han pasado ya muchos años de aquellas estampas y todo se mantiene inalterable. Mucho tiempo de una Transición que supo adentrar a aquella generación de adolescentes en tiempos llenos de perspectiva y nuevos. Y muchas lunas negras, también. Aquellos telediarios con identidades encapuchadas: la banda terrorista ETA reconociendo, con el odio en la voz, la autoría de asesinatos de guardias civiles, de población civil, de niños… Mi rozagante juventud preguntándose el porqué de tan brutal irracionalidad. El País Vasco como destino de altísimo riesgo para los que -con honor y lealtad- aún quisieron vestir el uniforme de la Benemérita por seguir el ejemplo de sus padres. Y, mal que vinieran mal dadas, los políticos de la joven democracia tirando adelante del carro de España. Y, pese a que la fatalidad la señalara, la Guardia Civil al cuidado de los españoles, por deber y compromiso. Creo que jamás podré desangrar la memoria de aquel tiempo en el que lo bueno y lo malo iban a la par: la luz esperanzada del porvenir y la oscuridad sobrevenida tras los atentados; la alegría de la libertad y la tristeza negra de las lágrimas. Soy nieta de guardia civil y con eso está dicho todo.

Una orgullosa declaración de pertenencia que he podido renovar el pasado sábado en La Fuente de San Esteban, dentro de los actos celebrados con motivo del 180º Aniversario de la Fundación de la Guardia Civil. La emoción desnudándome el alma. Mi pueblo de adopción desbordado de cariño, respeto y fiesta. Hay momentos que no se saben cómo agradecer. Quizás sólo poniéndole nombre a quienes los hicieron posible. Gracias, Teniente Coronel, Pedro Merino Castro. Gracias Paco Cañamero, alcalde. Larga vida al servidor público que saca a sus calles los mejores ejemplos para la seguridad ciudadana y la convivencia.

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