Para quienes aún no lo sepan, X es un nene de cuatro años y el decimocuarto hijo de Elon Musk. Para quienes aún no lo hayan visto, X se ha hecho viral por acompañar a su padre al despacho de míster Trump, donde, por lo visto, se anda queriendo enderezar el mundo. Para quienes aún no lo hayan leído, X es el nombre corto de X AE A 12, el nombre largo que figura oficialmente en los papeles, porque así de raro lo inscribieron sus padres en un registro civil estadounidense, tras su nacimiento. Y para quienes aún tengan ganas de más, hay que decir que a X decidieron llamarle así, para abreviar el nombre que resultó de un revoltijo de símbolos, siglas y otras evocaciones. A saber: X, de incógnita matemática; AE, como variación élfica del amor y de la inteligencia artificial; A, de la inicial de 'Arcángel', la canción preferida de sus progenitores; y A12 por ser las siglas de aquellos aviones monoplaza («Blackbirds»: pájaros negros), construidos por la CIA, para fisgar la Guerra de Vietnam desde el aire y volando a 3.200 kilómetros por hora. ¡Glup, glup! Queridos lectores, permítanme una pausa porque después de esto, o trago o me atraganto. ¡Glup, glup!
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Según Elon Musk, fue a la mamá de X a la que se le ocurrió: «Es fantástica inventando nombres», comentó el fundador de Tesla en una entrevista para complacer la curiosidad de los periodistas. ¡Pobrecillo X, tan chico y ya con sambenito! -pensé al verlo en la Casa Blanca con esa suerte de carlanca de oro cruzada al pecho que vaya usted a saber lo que simboliza. Parece como si los del planeta Marte nos estuvieran dejando en la Tierra regalitos, para que nos vayamos acostumbrando a un futuro que se hace muy difícil imaginar. De otro modo no se comprende de dónde han salido estos tipos con aspecto de entre humanoides y alienígenas, que al mismo ET meterían miedo.
El mismo miedo que me da a mí lo de X, por si esta tontuna de los Musk pudiera crear precedentes y ser contagiosa. Ya sabemos cómo las Pacas, Pepes y Manolos han ido quedándose atrás, en un ayer de tradiciones que buscaba honrar a padrinos, abuelos y santos de la Iglesia. Ya sabemos que buena parte de las Heidi, las Shakira, los Iker y los Leo, fueron nombres inspirados por personajes de dibujos animados, cantantes y futbolistas que marcaron tendencia. Hasta la Guerra de las Galaxias dejó sus raleas de Lukes y Leias campando por estos territorios terrícolas. Pero lo de X, el «zamundita» blanco de Elon, riza el rizo. No me extraña que digan que los psiquiatras están que no dan abasto. A ver quién se atreve a explicarse por sí solo tanta excentricidad alfanumérica.
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