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El desastre en el que se ve inmerso el campo ha obligado al presidente Fernández Mañueco a inaugurar Salamaq 2023 con un discurso donde hubo un prólogo de homilía y un epílogo de sermón.
Prólogo en homilía porque, a pesar de lo que ya llevamos de 'tiempos de adversidad', aún han de explicarse los hechos para que la realidad de agricultores y ganaderos se conozca, a lo vivo y sin repulgos. Epílogo de sermón porque, antes de que se marchara a los 'madriles azules' el señor ministro en funciones, había que dejar en el pabellón de sus orejas el recado del reproche, el restregón del rapapolvo y un rejoncillo de castigo por su incapacidad para evitar que el campo haya llegado a una situación de ruina, tan crítica y desesperada.
Si el ministro respingó por las palabras del presidente de Castilla y León, no lo sabemos. La política actual se ha hecho raza acostumbrada a vivir cómodamente dentro del rechazo y a no rebramar sus iras y rebotes. Al fin y al cabo, a pocos kilómetros más allá de Salamanca, repanchigado en el asiento trasero del coche oficial, los relinchos y reivindicaciones de la feria agrícola y ganadera ya no se oirán, y la única resonancia que traerá el aire es el ruido de Rubiales. Siempre viene bien tener una guerra abierta en los reality y realengos del papel cuché y los 'tomates televisivos' para entretener al personal y, además, que se relajen las rabias redoblantes y las tirrias de los rivales. Y por si acaso esto no bastara, «póngame, Pepe, Radio Reguetón, que prefiero distraerme al son de tabarras antes de que se me repitan en los oídos las rumias rebeldes de los ganaderos y sus vacas. Cuánta redundancia en lo rural, ¿no le parece, Pepe?».
No, no valdrá sólo con haberle enseñado los dientes al señor ministro. Salamaq 2023 está sembrado de esquelas que vienen a ser algo más que la metáfora de una sombra. Esquelas que se han pegado a los corrales para llamar la atención de todo aquel que quiera mirar, y ninguna administración debería de darse la vuelta. Porque en la esquela están los agricultores arruinados, a los que, para mayor inri, la normativa les obliga a dejar un porcentaje de hectáreas sin cosechar para que coman a sus anchas los pajaritos. Porque en la esquela están los pastores que no hacen otra cosa que enterrar ovejas por los ataques del lobo y de los buitres. Porque en la esquela están los ganaderos de vacuno 'en positivo de algo', que se las ven y se las desean para vender a precio digno sus animales. Porque en la esquela están las últimas voluntades de hombres y mujeres admirables que llevan años quejándose de indefensión.
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