Toda gatera es una puerta de fuga para que pueda salir del espacio de la casa el gato. De mis tiempos chicos recuerdo alguna gatera magnífica, como la de una vecina de mi abuela: bien encajada a ras de suelo y perfectamente redondeada para que su minino no se rasguñara lo más mínimo el lomo. Daba gusto ver a aquel «misifú» metiendo la cabeza por el agujero, para luego plegar sus cuatro patas y escurrir su anatomía felina con una facilidad y destreza admirables. ¡Una lástima que los animales racionales no tengamos la misma elasticidad y la posibilidad de abandonar la casa por una puerta de escape! Sobre todo, a los que habitamos este país que llamábamos con orgullo España y que ya no se sabe lo que es.

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La convivencia bajo el techo patrio ha comenzado a ser insoportable y todo invita a coger las de Villadiego antes de que nos volvamos tarumbas. Los Puente y los Milei se han metido de okupas en las pantallas de nuestra información diaria con un lenguaje terriblemente grosero y puestas en escena de una agresividad macabra. Pero igual me da quién sea el perro que ladre. Lo que verdaderamente me preocupa es saberme rodeada por la maldad de los Cerbero: aquellos canes despiadados con tres cabezas que amenazaban con sus dientes a los vivos y guardaban los infiernos. De los tiempos de la mitología hasta hoy podemos decir que han pasado muchos siglos, aunque no lo parezca. No hay más que ver cómo se han asomado al poder político de la Tierra los deslenguados y los monstruos que meten miedo. Estamos cada vez más lejos de esperar algo simplemente razonable. De ahí el que se hagan necesarias las gateras para salir de tanta tragedia y poder respirar.

La Feria del Libro que ayer mismo se clausuró en Salamanca, ha sido una magnífica oportunidad para fugarse hacia aventuras menos perversas y con más amable letra. Generar juicio crítico va paralelo a la Cultura, aunque los mandamases prefieran tener como súbditos a los borregos. Dicen por ahí que los políticos son el espejo del pueblo, pero esto yo no me lo creo. Solo tengo que mirar a mi alrededor y buscar directamente los ojos de los «hunos» y los «hotros» para ver que en ambos bandos existe la misma rabia y perplejidad. La política ha dejado de comentarse en las barras de los bares y las plazas para evitar la amargura de los jugos gástricos en la boca y asegurarnos una más feliz y vecinal convivencia. Antes de entrar en la lucha heroica del Pointer oficial del Gobierno y el gaucho con motosierra, mejor irse por la gatera. Mayo está a punto de salir del calendario, pero ha dejado los campos llenos de retamas amarillas y flores.

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