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Pisar determinados umbrales resulta tremendamente perturbador. No es fácil entrar en una semana donde se presume que se celebre el debate de investidura más torticero de toda la historia de la democracia, con el país patas arriba y los pulsos de las gentes al rojo vivo.

La sola aparición del prófugo Carles Puigdemont en las pantallas televisivas regurgita toda suerte de flemas purulentas, y hasta he oído decir a un socialista de los de antes que, a él, con solo pensar en este tipo un poco, solo un poco, ya se le salen por la boca el bazo y el páncreas. A la par de los garbeos mediáticos de don Carles, el de Junts, están los pastoreos de don Emiliano García Page, el barón de Castilla-La Mancha, la mosca cojonera de Ferraz; ese que continuamente sale al paso para soflamar (RAE: fingir, usar palabras afectadas para chasquear o engañar a alguien) que no, que no y que no, aunque luego vaya a ser que sí, que sí y que sí, porque la disciplina de voto es requisito sagrado de la robótica política y a quien persevera en ser «verso suelto» le cuesta seiscientos euros de multa y la posibilidad de ser expulsado del partido. Pero que nadie espere que don Emiliano vaya a rascarse el bolsillo porque a él lo que le rechifla es seguir en el «fregao», así que, venda en los ojos y como las mulas de arrastre, p'alante.

Y mientras todo esto sucede, don Pedro Sánchez se pavonea risueño y «bienpeinao» por los pasillos monclovitas y europeos, mientras su chica favorita, M.ª Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones, le mira con el arrebol de las musas del Parnaso y firma cheques en blanco a todo aquel que esté dispuesto a vender su voto para la investidura de su dios benefactor. El fin justifica los medios y para mantener el poder no se puede andar con escrúpulos morales ni roñoserías. París bien vale una misa, parece rumiar en sus adentros Marisu (así la llaman los de casa), al tiempo que accede a todo cuanto le piden los depredadores del Estado, en un ejercicio de generosidad sin límites. ¡Aggg! Apaguen la tele, por favor, que se me dispara la tensión.

Lunes negro, sin duda. Pedro Sánchez puso España en venta y, concluidos ya los chalaneos, ya solo le queda entregar tierras y semovientes a los nuevos amos. A partir de ahora el señor presidente conocerá lo que es el hambre caníbal, porque mucho me da que sus ansiosos socios no van a conformarse con lo pactado en primer pago. Nada podrá detener ya la codicia de los perros, nada. En cuatro años de España solo quedarán los huesos. Ya les dije que pisar determinados umbrales, a veces, resulta tremendamente perturbador.

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