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«Hoy comamos y bebamos, y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos». Con este estribillo, vino Juan del Encina a ponerle música y letra a la fiesta de Carnestolendas en aquel final del siglo XV (1495), a las mismas puertas de la España moderna. Puedo asegurarles que el poeta, músico y autor teatral salmantino, no escatimó vino ni tocino en sus églogas carnavalescas. Todo con tal de dar de beber 'a muerde y sorbe' (con ansia y ruido) y de comer 'a calca porra' (en cantidad) en la celebración de aquella noche de carnal o Antruejo, para que, antes de comenzar la Cuaresma, se cumpliera lo que ordenaba la tradición: «costumbre es de concejo, que todos hoy nos hartemos».

Cinco siglos y pico después, los carnavales siguen en pie. Aunque los nuevos tiempos mantengan la tradición con otras formas de entender las mascaradas, llevados más por las ganas de juerga que por entrar en el tiempo de abstinencia de Cuaresma con el buche lleno. Así son hoy las cosas.

Está claro que la necesidad de disfrazar la realidad y de relajar la rutina viene desde muy lejos. Hay quienes documentan la celebración de los carnavales allá por el 1200, y, otros, yéndose incluso mucho más atrás, hablan de que su origen está en las Saturnales romanas, cuando en el Foro todo eran comilonas y orgías, y los esclavos asumían por unos días el papel de dueños, y los dueños de esclavos. Fuere como que fuere, lo que importa es que las Carnestolendas del 2025 han llegado y que, por unos días, los medios nos servirán noticias festivas que nos ayudarán a desoír ese mundo malo y rabioso que nos tiene con el gesto torcido y absolutamente desquiciados.

En la provincia de Salamanca, el júbilo del carnaval llega desde Ciudad Rodrigo. Hay que reconocer que Miróbriga tiene una historia de tradiciones y gentes, admirable. Cuando tanto en tantas partes se acaba, los farinatos han conseguido hacer de sus carnavales una fiesta de grandísima identidad y que nadie quiere perderse. La estampa naranja del «Campanazo» del pasado jueves en la plaza fue foto de historia. Como lo es el tránsito desbordado de vehículos que, por la A-62, cruza el desierto demográfico de la provincia que ayer mismo publicó GACETA. Lo de saberse más despoblados que Siberia, no es noticia fácil de digerir, aunque C. R., el periodista firmante, haya hecho con datos bien contrastados su oficio. ¡Ay, querido Carlos, qué tristeza traen las mermas y cuánto silencio llevan! Menos mal que aún nos quedan los «jueves larderos» de los pequeños pueblos y estos días de carnaval en Ciudad Rodrigo. Bebamos, cantemos y holguemos... ¡que mañana ayunaremos!

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