Algunos, más tenientes de oído, creen honestamente que el nombre de la A-66 es Autovía de «la Lata» en lugar de «la Plata». Y es que los inconvenientes sufridos en los últimos años por esta vía de titularidad estatal que vertebra el oeste español justifica tal interpretación.
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Allá por 2008 (pura coincidencia que fuera año electoral nacional), el retraso acumulado en la apertura del tramo entre Guijuelo y Sorihuela debió producir impaciencia desde la moqueta de algún despacho con buena calefacción, y los trabajos se inauguraron en diciembre, habiendo asfaltado a menos de 5º. El plan era que la obra durase 20 años, hasta 2028. Qué felices nos las prometíamos, las perdices temerosas de si en un arrebato de gozo nos poníamos a engullirlas como en los finales de cuento. Pero las prisas nunca fueron buenas y fue la carretera la que nos engulló a nosotros, pues increíblemente apenas un mes después empezaron a aflorar socavones y hundimientos, cuyo parcheo desde entonces ha supuesto en ocasiones limitar la circulación a 80 km/h. De aquellos polvos, estos lodos. Por correr tanto antes, ahora toca ir a paso de tartana.
A esa velocidad de vértigo, más propia de trenecito turístico que de carretera rápida del S.XXI, pasajeros mirando por la ventanilla y canturreando «en el auto de papá nos iremos a pasear» pueden ver saltar gazapos y crecer brotes de hierba.
En 2016 surgían problemas serios en un intervalo de 12 km. Pero como a perro flaco todo son pulgas, la operación de mejora estructural se alargó la friolera de dos años por el concurso de acreedores de la empresa adjudicataria. Y 30 meses después de su terminación en 2021, otra vez la ley del eterno retorno, el volver a empezar de Garci. El pasado abril, los 5 km en dirección sur comprendidos entre Sorihuela y Vallejera de Riofrío volvían a adolecer del endémico firme en mal estado, tan deteriorado que exigió una nueva intervención de mes y medio, así como la reparación del tramo Sorihuela-Guijuelo y la rehabilitación del agrietado puente de Guijo de Ávila. Además, coincidente con la operación salida de Semana Santa.
Y para no perder la costumbre, el estoico automovilista ve con impotencia que este mes de agosto lo recientemente «arreglado» ya ha comenzado a ceder, siendo necesario acometer un nuevo parcheo en la época del año que más tráfico acumula.
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¿Hasta dónde llegaremos, ñapa a ñapa? Lo barato puede salir caro a la larga. Estos años de inversiones que han resultado insuficientes, ir poniendo cataplasmas puntuales no ha funcionado. Y es que lo que mal empieza, mal acaba.
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