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Violadas. Sin paliativos

Una de las labores de la Policía Nacional, entre alertas y campañas de concienciación, fue animarnos a estar vigilantes

Lunes, 7 de abril 2025, 06:00

La Policía Nacional se convirtió hace unos años en una de las primeras instituciones en entender el enorme potencial de las redes sociales. Corría el año 2009. Por aquel entonces eran Facebook, YouTube y Twitter las que comandaban la avanzadilla de las que hoy pueblan el panorama internáutico. Se comenzaba a vislumbrar la generación de muchos seguidores. Eran los inicios de nuevas oportunidades para el crecimiento de las marcas. Grandes, medianas y, sobre todo, pequeñas comenzaron a aprovecharse de la democratización de una publicidad más barata, de gran impacto y con una posibilidad hasta entonces poco efectiva en la búsqueda del tan deseado cliente: la segmentación.

La Policía, gracias a pioneros de los hoy tan extendidos community managers, encontraron los resquicios para sacar a las redes un doble partido: una imagen más moderna, mediante un posicionamiento extraordinario y una cercanía al ciudadano nunca antes vivida; y, lo que es aún más importante, rédito policial, como buenos agentes que eran. También algo hasta entonces impensable en el ámbito digital.

Pronto llegaron los éxitos y el aplauso generalizado. No fueron pocos los reconocimientos. Estoy convencido de que uno sus principales objetivos era la participación ciudadana. Hoy en día, somos más conscientes de nuestra capacidad para ayudarles en su difícil tarea, utilizando esos mismos canales. Su departamento de comunicación sabía desde el primer momento que tenía un altavoz infinito, pero del mismo modo que esos recién llegados medios de comunicación social permitían recoger y recopilar información. Así que una de sus labores, entre alertas y campañas de concienciación, fue animarnos a estar más vigilantes, a enviarles mensajes por las redes, en caso de que fuera necesario.

Desde entonces hasta hoy, no pocos crímenes se han resuelto gracias esa colaboración popular. Un ejemplo que debería escandalizarnos a estas alturas es la operación que ha desmantelado una banda criminal que prostituía mujeres traídas de países lejanos, con el habitual engaño de una vida mejor. Aquí, en nuestra ciudad, en la puerta de al lado de alguno de nuestros hogares, ocho mujeres han sido violadas en el más amplio sentido de la palabra: engañadas, vilipendiadas, secuestradas, maltratadas, abusadas. No acabaremos con este negocio, oprobio social, hasta que se castigue a quienes acuden como clientes, como en el caso de Gisèle Pelicot. Los proxenetas pagarán sus culpas. Espero que sean la suma de cada uno de sus hechos, a cada cual más vil. Pero tiene que castigarse igualmente a quienes las utilizaron y, por lo tanto, las violaron, porque no recibieron otro consentimiento que el pago por lo que tenemos la desfachatez de llamar servicios sexuales. No son ni legales, ni voluntarios. Bien por los samaritanos. Basta ya: trata@policia.es

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