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El líder que no lo es

Veo el desenfoque del líder que no lo es de la marca Vox como un proceso de íntima santificación internacional

Lunes, 24 de febrero 2025, 05:30

En cuestión de marca personal, cada uno tiene su manera de entender qué es lo mejor para sus intereses. No es lo mismo pretender más seguidores en las redes sociales que vender un producto o un servicio. Existen profesionales que tratan de ayudar, mejorando aspectos de sus jefes o clientes de cara a conseguir de manera más sencilla y rápida los objetivos fijados. Puede resultar chocante, pero yo recomiendo hablar poco. Es cierto que cuando la comunicación se circunscribe al ámbito de las relaciones personales, donde considero a la escucha una herramienta básica. En la política actual, esta estrategia se consideraría una especie de muerte pública, dado que las declaraciones son continuas, por encima de los acontecimientos, tal de extendida está la idea entre los políticos y sus departamentos de comunicación de lo que llaman «ganar la calle». Su problema es que basan el éxito en la comunicación, cuando reside en el liderazgo, algo aún más complejo y que tiene poco o nada que ver con mandar.

Este mal endémico de la política actual es solo parte del derrumbe interno de Vox en Salamanca, en Castilla y León y en otros lugares de España. Tenemos referencias recientes de quienes consiguieron resultados extraordinarios en poco tiempo hoy desaparecidos. Y es que los líderes que no lo son tienen una particularidad: son volubles. Ya sea porque comienzan a juntarse con gente de bien, con los más cool o por la erótica de la fama mal entendida, pierden el foco. Me temo que, en realidad, es porque comenzaron un camino, viendo una oportunidad, sin un objetivo del todo honesto. Veo el desenfoque del líder que no lo es de la marca Vox como un proceso de íntima santificación internacional. Algo muy español, por otro lado. Todo lo de fuera nos ha llamado siempre la atención de un modo muy peculiar. Es probable que debido a los cuarenta años de comunicaciones cortadas con la Europa que nos rodeaba y que avanzaba sin nosotros hacia lo que seguramente, hoy, se pretende que sea. Veremos a ver. Las amistades del líder de Vox que no lo es son ahora Meloni, Orbán, Milei, y, las más recientes, Trump y ese señor de la gorra que en el despacho oval se sube a su hijo pequeño -llamado X- a los hombros como queriendo decirnos que se pone el mundo por montera, y al que deseo que su fortuna vaya en el mismo sentido que atisbo para su paso por la política. Lo malo de los líderes que no lo son es que dejan a muchas personas tiradas, con su ilusión y las calzas a medio caer. Cuando las bases de un partido político se retuercen, como ha ocurrido en Salamanca, hay un mar de fondo que recorre muchas otras. Se llama necrosis, y es imparable. La vuelta al berlanguismo del líder de Vox que no lo es proyecta poco interés por lo nacional. Pues, sin estructura local, se acaba en fuera de juego. O fuera del juego.

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