Los datos adelantados de 2023, en relación con las separaciones, divorcios y nulidades matrimoniales en Castilla y León, advierten un descenso del 6,3%, aunque la cifra no parece menor, 3.079, en toda la comunidad autónoma. Eso supone un total de 1,29 por cada cien mil habitantes, frente a los 1,66 en España, donde se ha experimentado un descenso un punto menor, del 5,3%. En lo referente a nuestra tierra, Salamanca se mantiene en una honrosa cuarta posición por detrás de Valladolid, León y Burgos.

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Se confirma de este modo la continuidad en la tendencia, que comenzó allá por 2008, pasando por 2011. Esto es, recorriendo las dos profundas crisis económicas que prácticamente se solaparon, a modo de teloneras de la pandemia provocada por la COVID-19. En aquellos años, quedó demostrado que esas bajadas tenían como base la falta de recursos económicos de las familias, que llegaban a acuerdos de convivencia al no poder hacer frente a los gastos de un procedimiento por separación o divorcio. En nuestro caso, es más que probable que el carácter castellano y una vida con más oportunidades de conciliar y convivir, sin ese ritmo frenético de las grandes urbes, esté también detrás de esos datos.

La cuestión es saber en qué medida son positivos o negativos. Como suele decirse, depende del color del cristal con que se mire. Tirando de la tradición, podríamos decir que bien está la supervivencia de la familia como la conocimos los de mi generación, aunque si la cuestión pasa por relaciones rotas, fingidas o pactadas, que suponen un nido de orugas debajo de la almohada, generando infecciones en el entorno, especialmente en los menores, puede que más valga que cada uno vaya por su lado.

Permítanme la traslación a la política. Se nota un ambiente de general satisfacción con la ruptura de la relación familiar entre PP y VOX. Desde la sede central de la calle Génova, se transmite tranquilidad a los presidentes autonómicos que, como en el caso de Fernández Mañueco, han reaccionado con soltura, prontitud y determinación, rompiendo lazos con el partido verde —tiene guasa ese color asociado a la naturaleza, a la frescura, a la calma, a la fertilidad, a la modernidad, por ende, a la energía sostenible y a todo lo que tiene que ver con lo ecológico—. Me da que el artista que lo eligió o no tenía más espectro en la paleta o no se fijó en su significado. Imagino que sería lo primero.

Si levantáramos la vista, siquiera por unos momentos, de los montículos que nos genera el día a día, podríamos tomar conciencia de las situaciones que vienen aconteciendo en estos últimos años. Nos serviría para analizar con algo más de reflexión, de comprensión, que no se puede vivir en la tensión y en la guerra verbal permanentes. Esperemos que este mal divorcio nos traiga la paz, que buena falta nos hace.

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