Permítanme un consejo. Si se sienten tristes, afligidos, pesarosos, mustios… como con la moral por los suelos busquen en internet y pónganse el balance anual que presentó el presidente del gobierno el pasado miércoles en la Moncloa. Se le sube hasta la bilirrubina escuchando los datos económicos y el rumbo que lleva nuestra 'Españita' desde que él llegó al gobierno, hace tan solo seis años pero que parecen veinte.

Publicidad

Con una amplia sonrisa y desfilando ante las decenas de periodistas que llenaban la sala se acercó hasta el atril, colocó los micrófonos a su altura y comenzó a detallar todo lo conseguido por su persona. Estuvo una hora con el tema para resumirlo todo en que la economía va «como un tiro». Aunque el tiro depende mucho de la escopeta que utilices y debemos andar con una de balines.

Tras el elogio a sus políticas llegó el turno de las preguntas de los periodistas. Esos seres irredentos que se dedican a airear los trapos sucios de las altas instituciones y a destapar los escándalos que los políticos no quieren que lleguen a la ciudadanía. Pues ahí estaban, con el brazo levantado para pedir la palabra y hacer las preguntas pertinentes para disgusto del presidente. Y aunque esta máxima se presupone Pedro Sánchez no dudó en hacerlo evidente durante su intervención valorando, antes de la respuesta, cómo era la pregunta.

Tal vez se le pase por la cabeza que estaría bien que su Secretaría de Estado de Comunicación le escribiese las preguntas a los periodistas, las que el presidente quiera y se las lanzamos con naturalidad. Pero vaya por delante la solicitud encarecida de que el presidente nos conceda el perdón por no preguntarle como él quisiera y solamente sobre los temas que él querría responder. Por ejemplo, preguntas tipo ¿cómo es posible, amado presidente, que un juez decida investigar los negocios de su mujer?, ¿cómo pueden los jueces de este país tener tan poca vergüenza de investigar a los intocables jefe de gobierno y señora?, ¿cómo ha podido conseguir que los admirados independentistas de ERC que tanto han aportado a la paz social de nuestro país se rindan para hacer presidente catalán a su maravilloso candidato Illa? (léase todo con la oportuna ironía).

Es obvio que no le gustan las cuestiones referentes ni a sus pactos con independentistas ni el paso por los juzgados de su entorno. Ni el suyo propio. Hubo varias referencias a la «no declaración» por el «no caso», porque así lo repiten una y otra vez el presidente y algunos de sus ministros, dicen que en lo de Begoña Gómez no hay caso. Lo reiteran una y otra vez, tal vez intentado intimidar al juez que lo instruye. O esperando que también este magistrado agache la cabeza y continúe por la senda de la obediencia total a la jefatura del gobierno. Pero ni Juan Carlos Peinado ni tampoco Emiliano García-Page se sienten intimidados por Pedro Sánchez. Tampoco al revés. No se sorprende el presidente por las duras críticas que el barón socialista ha vuelto a soltar por el enésimo acuerdo de Sánchez para mantenerse en el poder. Es más, ironiza, dice que lo que sería sorprendente y noticioso es que el presidente de Castilla-La Mancha apoyara alguna decisión del gobierno. Se ríe Sánchez del único presidente socialista que está gobernando con mayoría absoluta. El único de tres, que es el total de socialistas que lideran tres de los 19 territorios autonómicos.

Publicidad

Sabe que no tiene más voces discordantes porque en realidad tampoco tiene más poder territorial y entonces todos dependen de él, de la poderosa Moncloa. Y hay que tener los principios y los valores muy férreos para dar el portazo y decir como aquel jornalero al cacique cuando le dio la papeleta en la mano para que votase lo que él quería… «en mi hambre mando yo».

Hemos mencionado infinidad de veces que existe una hoja de ruta pero cuesta pensar que hay un plan serio para gobernar España. Y es que el camino es más simple: permanecer en la Moncloa. El presidente tiene muy claro que en el momento en el que salga de esa atmósfera protectora estará indefenso, él y su entorno. Sabe que en el momento que pase a ser ex presidente del gobierno de España tendrá demasiados ajustes de cuenta pendientes. Así que el principio de supervivencia se limita a perpetuar la protección que le dan las instituciones.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad