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Ayer se cumplieron siete días desde que la Audiencia Provincial de Barcelona condenó a Dani Alves. Mucho se ha hablado sobre las ventajas que ha aportado a la regulación de los delitos sexuales el hecho de situar el consentimiento de la víctima en el centro del debate, como si así no hubiese sido hasta ahora. Lo dice el propio tribunal en su sentencia: las recientes reformas legislativas no han modificado los criterios para la valoración de la prueba, ni se ha alterado la necesidad de que sea la acusación la que debe seguir demostrando la comisión del delito.
Nada nuevo bajo el Sol, pero el futbolista se ha ahorrado unos cuantos meses de cárcel respecto de lo que le habría correspondido si no hubiera entrado en vigor la famosa ley del «sólo sí es sí». Cuánto daño han causado las nefastas sentencias navarras de La Manada.
Ese mismo día, saltó a la prensa la detención de Koldo, consumado cancerbero de puticlub, doblemente condenado por sendos delitos de lesiones –el gobierno de Aznar le indultó del primero de ellos–, que pasó de ser el chico de los recados del PSOE a ser asesor del ministro Ábalos, quien a su vez lo nombró consejero de Renfe Mercancías y vocal del consejo rector de Puertos del Estado. Por el camino, fue condecorado por la Guardia Civil, cuerpo al que no pudo acceder por mor de sus antecedentes. Probablemente, su figura se diluya según avance la investigación. Estamos ante un triunfador, es innegable, aunque no sé si alguien va a los mandos de la nave.
Entre tanto «y tú más», no veo fácil que un joven con vocación universitaria se anime a hacer el máster y el doctorado, estudie varios meses en el extranjero, dé un montón de clases y escriba unos cuantos artículos y un par de libros para que finalmente pueda concursar a una plaza con un salario de poco más de mil euros.
Y, de pronto, Abascal. El Califa Verde, custodio de las esencias seculares; el bueno de Santi desafiando la resistencia de los botones de la camisa a la altura de los pectorales, derrochando testosterona ante el aspirante al trono del imperio. ¿Acaso no se tratará de una conspiración judeo-masónica? Desde la humilde casa de estudios a la que pertenezco, mucho le agradecemos que nos ponga en el mapa y que nos sitúe en lo más alto de la tabla. Con Járvard, ¡nada menos! A ti la Legión, Santi.
Pero ya sabes lo que cantaban los críticos de Manolete: si no sabes torear...
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