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Patriotas cristianos

La ventaja de esa moral es que no precisa explicación, tomándose como única referencia y justificación de todo

Viernes, 14 de febrero 2025, 05:30

Anteayer, el concejal de cultura de Burriana defendió en rueda de prensa su gestión. Presumía de haber acabado con «el pancatalanismo y la perversión de menores» en la biblioteca municipal de su localidad, apartando las obras cuyo contenido albergase cualquier asomo de pornografía. La niña que tenía dos papás, por ejemplo, salió de la sección infantil para entrar en el índice de la Santa Inquisición. Este Torquemada redivivo, instalador de alarmas –profesión tan honrosa como cualquier otra– que una lista electoral convirtió en servidor público, ha bloqueado la compra de trescientos libros y de películas como Barbie o 20.000 especies de abejas por oponerse a sus principios. «Muy a pesar nuestro, no podemos ofreceros novedades», reza el cartel que los apenados técnicos pusieron en la puerta de la biblioteca; los mismos que bien cumplieron su trabajo bajo gobiernos de izquierda y derecha.

Ya me he pronunciado en esta columna sobre la superioridad moral que invocan ciertos políticos para imponer sus decisiones. Sustraerse del razonable debate de ideas apelando a las creencias o a un presunto «sentido común» –que no sé qué demonios será– equivale a construir una política hecha a la medida de acomplejados sin criterio propio. Es un tiro en el corazón de la democracia que impide distinguir la mala política de la antipolítica. Cada cual tiene su moral, y quien no la tiene se la inventa o la pide prestada. La ventaja de esa moral es que no precisa explicación, tomándose como única referencia y justificación de todo.

Proclamándose herederos de una tradición secular, lo más granado del patrioterismo europeo se reunió hace días en Madrid. Llamaron a una nueva cruzada que no se libra en Tierra Santa, sino en cada Estado, y que no pretende acabar con el infiel, sino con quienes empatizan con los derechos de las minorías, acogen al inmigrante o cuestionan el dogma natural de la heterosexualidad. Todos estorban en el proyecto de estos teocons, pregonando un cristianismo laico como esencia de la civilización occidental.

Si hay doctores en la Santa Madre Iglesia, ¿ninguno recordará a esta gente que lo realmente cristiano es dar de comer al hambriento o dar de beber al sediento? ¿Que mentir es pecado? ¿Que poner a la propia patria por delante de toda tribu, lengua, pueblo o nación se opone a la moral que dicen defender? ¿Que el odio está proscrito? Pero el concejal de Burriana sigue en sus trece y dice que el Open Arms es un «barco negrero del siglo XXI». Chicos, estudiad un poco más de historia; no os quedéis en los Tercios de Flandes.

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