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Opinión

El mercado de la ciencia

La Universidad de Salamanca supo recuperar el prestigio que exigía su trayectoria histórica

Viernes, 4 de octubre 2024, 05:30

El pasado domingo fue San Miguel Arcángel. También ese día se cumplieron ciento sesenta años del nacimiento de Unamuno, a quien bautizaron con el nombre del día. Entre los homenajes, me quedo con el recital de poesía que ofreció Charo López, nuestra charra lígrima de la escena, que emocionó al público presente –ni un alfiler cabía–, pintando de luz sobrenatural los muros de la Casa Museo.

El rector Unamuno tuvo que administrar una herencia complicada. La situación de la Universidad de Salamanca era dantesca. A la decadencia denunciada en 1811 por el gobernador Thiebault en el informe que le encargó José Bonaparte –«hoy no se descubre sino buscándola en medio de sus ruinas», decía–, se sumaron los efectos de la centralizadora Ley Moyano de 1857, que puso en grave riesgo su propia existencia. Durante su primer mandato, don Miguel recuperó la financiación para las facultades de Ciencias y Medicina, sostenidas durante casi medio siglo por las instituciones locales. Ciudad y universidad trabajando juntas, como debe ser.

La Universidad de Salamanca supo recuperar el prestigio que exigía su trayectoria histórica. Sin embargo, el contexto ha cambiado mucho. La competencia es ahora más dura que nunca, produciendo distorsiones indeseables y graves fallos en el sistema. Hoy prima cobrar una buena posición en esos rankings basados en siniestros algoritmos. Sobrecoge pensar que el nombre de una universidad dependa de los medios de que disponga para «fichar» Mbappés de la ciencia que trabajen para sus siglas, situando hábilmente sus publicaciones en los repositorios. Poco importa producir bien; lo esencial es «hacer bien los papeles» o pagar para que se encarguen de ello, pues del sistema ha surgido un nuevo nicho de negocio. ¡En inglés, por supuesto! Leer no está de moda, sólo se escribe; cuanto más, mejor. Lo saben las nuevas generaciones de universitarios, que se ven forzados a actuar conforme exigen las reglas del juego, si quieren llegar a algo. Como antaño, estamos en peligro, pero el riesgo habita entre nosotros y somos nosotros quienes lo alimentamos, desarrollando esas perversas reglas sobre las que se construye la industria de unos cuantos. La sabiduría se ha visto suplantada por una burocracia que alardea de una copiosa producción, por vacía que esta sea.

Cuentan las crónicas del régimen norcoreano que el presidente Kim Il-sung escribió a lo largo de su vida más de 10.000 obras. No habría concurso que se le resistiese en la universidad de nuestros días. Una objetiva comisión de profesores le pondría el lazo rojo al nombramiento como catedrático eterno. Mientras tanto, el bronce de Saavedra y Fajardo que esculpió Venancio Blanco va camino de cumplir su segundo invierno junto a la fachada norte de la Facultad de Derecho. Si nadie lo arregla, en la placa de su pedestal seguirá constando que falleció a los ciento catorce años. Salmantica docet.

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