Secciones
Destacamos
Como Vigo, Salamanca podría estar anunciándose estos días en las marquesinas de Nueva York. Propongo que a las autoridades hagan un pedido de varios kilómetros de guirnaldas luminosas y las dejen caer desde lo más alto de la torre de telecomunicaciones de Los Montalvos. Entre las encinas, el nuevo abeto navideño de hormigón se vería desde Peñaranda, poniendo a Carrascal de Barregas en el lugar que merece. ¿Qué mejor estampa de bienvenida a la ciudad del Tormes?
Mi necesidad de recibir noticias amables es tan grande que fabulo ocurrencias para olvidarme de lo que realmente ocurre. Llevamos semanas esperando que se subsanen las muchas necesidades de los valencianos afectados por la riada, pero la machacona realidad nos habla de tiktokers e instagramers sembrando odio a base de mentiras, de reporterillos aficionados a la dramaturgia y de navajeros de la política enzarzados en sucias reyertas por el voto. Valencia no es hoy un laboratorio de soluciones, sino un campo de maniobras en el que la prioridad de los contendientes consiste en tomar a las víctimas como rehenes. Tal vez aquí no haya un Txapote asesino al que echar las culpas, pero late la misma estrategia que en la famosa consigna: importa mucho más sacar ventaja al adversario que solucionar los problemas de la buena gente. Mientras tanto, miles de personas no saben aún dónde van a vivir y todavía hay familias esperando a que saquen del lodo a los desaparecidos.
Con todo, si hay algo que deseo es que nunca se olvide lo irreparable; que no se vuelva a construir sobre un barranco y que se practiquen las intervenciones necesarias para que nada de esto vuelva a ocurrir. En 1982, Mingote publicó un amargo chiste en el que aparecían dos políticos hablando ante su ostentoso coche oficial, mientras contemplaban la tragedia: «Estas catástrofes sólo suceden cada veinte años, así que hasta dentro de otros veinte años no tendremos por qué pensar en lo que se podría haber hecho para prevenirlas». Cuarenta y dos años tras el reventón de la presa de Tous, gobiernos centrales y autonómicos de todo color no sólo no han puesto medios para combatir los efectos de las grandes avenidas en el Levante, sino que siguen porfiando por el campeonato a la mayor ruindad con más de doscientos muertos sobre la mesa.
De la legión de indignados con tanto incompetente se beneficiarán las ardillas ladronas y los caminantes verdes. Por eso yo prefiero ignorar el ruido y mirar adelante. ¿A que no es tan mala idea lo del árbol de navidad de casi cuarenta pisos?
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.