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Hoy hace veinte años nos despertamos con la resaca de las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, en las que el PSOE de Rodriguez Zapatero consiguió 11 millones de votos y 164 diputados, con un incremento de 39. El PP, con Rajoy de candidato, pasó de tener mayoría absoluta a lograr el apoyo de 9,7 millones de votantes y 148 diputados, bajando 35. La cita con las urnas se celebró bajo la influencia de los atentados del 11 de marzo, que, por supuesto, influyeron en el resultado. Sin embargo, no se puede olvidar que, desde meses antes, algunas encuestas (aunque no se hizo mucho caso) reflejaban una sostenida tendencia a la baja del PP, lastrado por los errores cometidos durante la segunda legislatura de Aznar, como la boda por todo lo alto de su hija, y su foto con Toni Blair y Bush. En paralelo se apreciaba una subida, también sostenida, de Zapatero. Con él comenzó la deriva del PSOE hasta llegar a la actualidad, en que el leonés, que dejó a los españoles más tiesos que la mojama, ha vuelto al primer plano de la actualidad.
Zapatero ha resucitado, políticamente hablando, en los últimos meses. Primero desempeñó un papel significativo en la campaña de las últimas elecciones generales. Desde entonces ha sido una pieza fundamental en todo el proceso de negociaciones con los independentistas catalanes, especialmente con los de Junts. En los últimos días, el socialista, que fue presidente del Gobierno entre 2004 y 2011, ha sido un protagonista clave en la preparación de la Ley de la Amnistía, aprobada ayer en el Congreso y que ahora pasa al Senado, antes de volver a la Cámara Baja. Las conversaciones no han sido fáciles entre los enviados del sanchismo y los de Puigdemont. Al mismo tiempo, han abundado idas y venidas de Zapatero y el prófugo de Waterloo para engrasar los mecanismos y que no descarrilara el tren a última hora.
Andan los socialistas sacando a pasear a Zapatero casi como los agricultores a los santos cada vez que necesitan que llueva. Mientras tanto, él ha estado estos últimos años a lo suyo. Van dos ejemplos. El primero se refiere a su papel en las relaciones con Venezuela, sobre todo, actuando de mediador para favorecer los intereses de Maduro; pero sus gestiones no han quedado ahí y pretende ser un interlocutor privilegiado entre la UE y todo el progresismo instalado en Iberoamérica, canalizado a través del llamado Grupo de Puebla. Para rematar la faena, también anda en muy buenas relaciones con China, país donde rige una dictadura política que ejerce el control sobre una economía con tintes capitalistas y de mercado. Vamos, que Zapatero se ha convertido en un ingrediente principal de muchas salsas. Con él al frente del Gobierno, se comenzó a cuestionar la Transición y volvieron a aparecer eso que se ha dado en llamar «las dos Españas». Y ahora vuelve a estar en el candelero. ¿Volveremos a quedarnos tiesos como la mojama
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