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Mucho hablar del cambio climático, pero lo que no ha cambiado es que, en los últimos días de la primavera y los primeros del verano, por nuestra tierra tocaban tormentas. Este año también. Recuerdo que, llegado el comienzo de las vacaciones, en torno al 20 de junio, y cuando se aproximaba la primera oleada de fiestas patronales, las de San Juan y San Pedro, se prodigaban por la tarde los rayos, los truenos, las lluvias fuertes y el pedrisco. Durante esos días los agricultores miraban al cielo más que en otras fechas y esperaban ansiosos a ver si caía el granizo y si había daños en la cosecha de cereales o se salvaba. Las tormentas veraniegas generaban mucho respeto y miedo en nuestros pueblos. Y no exagero, porque en todos los caminos que salían de mi pueblo había cruces que recordaban a personas muertas víctimas de los rayos mientras intentaban volver a casa con los animales. Recuerdo también que, cuando llegaba la tormenta te refugiabas en casa a la espera de que pasase «el nublado» mientras se quitaban «los plomos» para desenchufar la electricidad y todos los miembros de la unidad familiar nos reuníamos en una de las piezas, en la que no estaba la televisión por aquello de la antena. Mientras soplaba el viento con fuerza, caía la lluvia y el pedrisco en el peor de los casos y se multiplicaban rayos y truenos, en la habitación se encendía la vela que se había bendecido a principios de febrero, cuando la fiesta de las candelas y se imploraba a Santa Bárbara bendita, para que pasase lo antes posible y con el menor daño.
Este año no podía ser menos y andamos metidos en plena vorágine de las tormentas en lo meteorológico y, por supuesto, en lo político, porque la que está cayendo es de órdago. No sé si Santa Bárbara, por mucho poder que tenga en esto de los nublados, será capaz de reducir los daños institucionales que se están registrando e España, Y es que no hay institución que se salve de lo que se perpetra desde el Gobierno presidido por el marido de Begoña Gómez. Tienen colonizadas casi todas las instituciones importantes, desde el Tribunal Constitucional hasta la Fiscalía General del Estado, pasando claro está por el Gobierno y la presidencia del Congreso de los Diputados. De lo de Cataluña, el proceso y la amnistía, mejor no comentar. ¡Y qué decir de lo relativo a la financiación singular para esta Comunidad Autónoma! Llegados a este punto, si se va a utilizar eso de las balanzas fiscales, yo reivindico que también se use para cada ciudadano y saber la diferencia entre lo que aporta mediante impuestos y tasas diversas y lo que recibe por los distintos servicios prestados por el Estado y las Administraciones públicas. Y, a continuación, que se siga el posible modelo catalán para equilibrar nuestras balanzas. Y paro ahí, porque los nubarrones que se ciernen en estos momentos son muchos y no se quedan en simples tormentas. Termino en plan optimista: ¡feliz primera oleada de fiestas patronales!
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