Sostienen algunos de los expertos más importantes en eso que se ha dado en llamar comunicación política que una de las claves está en «marcar la agenda». Dicho de otra manera, que se hable y que se debata sobre lo que cada partido político o líder quiere. Si eso es importante siempre, en los ciclos electorales, como en el que acabamos de entrar, lo es todavía mucho más.

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En el segundo trimestre que acaba de comenzar tocan elecciones en el País Vasco, primero, seguidas de las catalanas y, para finalizar, las europeas. En este contexto se me antoja que es necesario prestar atención a lo que diga Pedro Sánchez, para no entrar en su juego, porque nada será gratuito ni se hará a lo loco. Otra cosa es que luego salga bien, o no.

De momento, sus aciertos en la última campaña para las elecciones generales del pasado mes de julio, junto a los errores cometidos por Feijóo, permitieron al primero continuar en La Moncloa, gracias al apoyo de un ejército de Pancho Villa.

Y el primer movimiento de Pedro Sánchez en esta semana de Pascua ha sido irse de viaje por Oriente Medio en apoyo de Palestina. Pero eso tiene poca trascendencia en España. De ahí que lo verdaderamente importante haya sido el acto que protagonizó ayer en el Valle de los Caídos.

Está claro que pretende que se hable de eso, y de la memoria histórica y de las leyes que han aprobado PP y Vox en tres Comunidades Autónomas. Busca arengar a sus huestes más ideologizadas, intentar que se hable de todo lo anterior y que lo de Koldo, Ábalos, las mascarillas y, sobre todo, las informaciones que van apareciendo en torno a su mujer pasen a un segundo, tercer o cuarto término.

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Vamos, que lo de Begoña no figure en esa agenda pública creada por los políticos y a la que también contribuimos desde los medios de comunicación.

En esta tarea de marcar la agenda desempeña un papel clave Óscar Puente, al que estoy seguro de que nombró ministro para eso mismo. La verdad es que este último borda esta parte de su papel; sin embargo, no se puede decir lo mismo de su tarea como ministro. Pero no escribiré más sobre el ex alcalde de Valladolid para no entrar en su juego. Y ahora llega el enésimo episodio relacionado con Rubiales (no hay que olvidar que fue un ferviente sanchista y que su poder estuvo apuntalado desde la Moncloa) y los líos de la Federación de Fútbol.

Si se analiza lo anterior, comprobamos, una vez más, que los problemas que afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos quedan para otra ocasión. Por ejemplo, la lluvia de impuestos que se ha registrado desde la llegada de Pedro Sánchez al poder con el consiguiente incremento de la presión fiscal, según denunció el miércoles el Instituto de Estudios Económicos. Y lo que vendrá. Pero eso pasa mucho más desapercibido.

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Una petición: ¡no nos dejemos marcar la agenda!

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