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El mapa mundial se ha convertido en un inmenso tablero de ajedrez en el que se está jugando una partida, que termina afectándonos a todos, con movimientos de las diferentes piezas, en función de su importancia, que se escapan a nuestro control. Pero no por eso habrá que dejar de prestar atención a lo que sucede por ahí fuera. Pero antes, una reflexión sobre lo de aquí dentro: cada día que pasa, el Gobierno presidido por el marido de Begoña y su partido perpetran una nueva fechoría, para seguir en el poder gracias al apoyo vital de esos siete votos que ostentan los de Puigdemont. Y la fechoría de cada día tapa la de la jornada anterior y así sucesivamente. ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia Sánchez, los suyos y los coaligados? Pues hasta que se lo permitamos. Todo lo anterior es un grave problema, qué duda cabe, pero me preocupa todavía más el «día después», es decir, lo que suceda cuando el marido de Begoña ya no esté en el poder y haya que desmontar todo lo hecho. La tarea de desmontaje de todo el «instalache» se me antoja casi imposible: desde el asalto a las instituciones públicas y a empresas teóricamente privadas, como es el caso de Telefónica, hasta las concesiones de todo tipo a los nacionalistas catalanes y vascos, que han provocado ya la práctica desaparición del Estado en esas Comunidades Autónomas.
La verdad es que no arriendo las ganancias al que suceda al marido de Begoña, sea del grupo político que sea. Mientras Pedro Sánchez tiene un ojo puesto en lo de aquí, en la política interior, y hace lo que sea para mantenerse en el poder, con el otro no pierde de vista lo que sucede en ese tablero de ajedrez mundial. Y es que la política internacional es su segunda pasión, después de la primera, que es mandar. Ahora mismo el inquilino de La Moncloa aspira a convertirse en el adalid de la izquierda mundial en su resistencia frente a Trump. Dicho de otra manera, aspira a ser una de las piezas significativas que haga descarrilar el trumpismo. Mientras tanto, este último avanza o retrocede a «trumpicones», muy difíciles de explicar. Lo único claro es eso de «América, primero» o los intereses de Estados Unidos están por encima de todo. Y si para lograrlo hay que imponer aranceles a los productos chinos, pues se imponen y ya está. El problema es que esa medida tiene derivadas, porque los de Pekín han anunciado represalias contra mercancías emblemáticas para los «yanquis», como son la soja, el maíz, la carne de porcino o la de pollo, que repercutirán negativamente sobre los agricultores y ganaderos de Estados Unidos, que han sido uno de los principales graneros de apoyo a Trump. ¿Volverá a poner en marcha este último un plan de ayudas compensatorias para esos agricultores y ganaderos afectados, como ya hizo durante su mandato anterior? Lo sabremos en lo próximos días y también conoceremos cuáles van a ser los aranceles para los productos de Salamanca. ¡Con Trump de por medio cualquier cosa es posible!
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