Es la última columna en estas páginas de «Campo» antes de las elecciones al Parlamento Europeo, que en España se celebrarán el próximo domingo. No es cuestión de repetir punto por punto lo que ya escribí aquí hace una semana o lo que dije a finales del año pasado en la jornada de LA GACETA, sobre la importancia que tiene esta cita con las urnas para el sector agrario y la gente del campo y del medio rural. Sin embargo, no me cansaré de insistir una y otra vez en esa importancia de estas elecciones para los agricultores y ganaderos, dada la transcendencia de la próxima legislatura, en la que se deberá fijar el dinero que haya financiar la PAC en el periodo 2028-34 y cómo se repartirán esos fondos mediante otra reforma de la PAC. Tan solo recordaré que el Parlamento Europeo y los eurodiputados tienen capacidad de codecisión en estos asuntos con el Consejo de Ministros. Ósea, que lo que salga de esta Institución de la UE es clave.

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Y, en caso de acudir a las urnas, que esa es la primera decisión, ¿a quién votar? Evidentemente eso es cosa de cada uno. Si se opta por el voto ideológico, al margen de lo estrictamente agrario, ya se tiene un punto de partida claro. Pero si el votante decide aparcar lo ideológico, dispone de dos grandes elementos para decidir su voto: el primero es leerse el programa agrario que han presentado cada uno de los partidos políticos y grupos que concurren a las elecciones; el segundo es comprobar en las listas si figuran candidatos que tengan relación y sensibilidad hacía los asuntos del campo, que sepan de la PAC y también del funcionamiento de los mecanismos comunitarios en lo que respecta a la tramitación parlamentaria del nuevo Marco presupuestario y de la política agraria del futuro. Hecho el análisis correspondiente llegará el momento de elegir el voto, teniendo en cuenta también lo acontecido en el pasado.

A todo lo anterior hay que añadir efectivamente la historia que arrastran los candidatos que se presentan en su relación con el sector agrario, con los agricultores y ganaderos y con el medio rural. Un ejemplo: por mucho que prometa ahora Teresa Ribera, la ministra para la Transición Ecológica, su historial no es para fiarse. Basta con repasar lo que ha hecho en los últimos años, especialmente con respecto al campo de la provincia de Salamanca, desde el aumento de la protección al lobo hasta las medidas de carácter verde que ha impulsado, en compañía del ministro de Agricultura, Luis Planas. Por cierto, que destaca la ausencia de este último en la campaña electoral y aquí surge la gran duda: ¿ha sido Ribera la que no le quiere a su lado o es Planas el que no quiere estar a la vera de la vicepresidenta?

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