puedo dejar de expresar mi admiración, asombro o incredulidad —no tengo muy claro qué es— ante la capacidad del Gobierno de Pedro Sánchez para lograr dar la vuelta a cualquier asunto. En el caso de los descuentos del transporte, la estrategia política ha llegado a un nivel superior. Hace más de medio año que se evidenció que los abonos gratuitos de los Media Distancia y de los Alvia Salamanca-Madrid estaban sentenciados a muerte por el Ministerio de Transportes. No solo resultan insostenibles sino que, lejos de favorecer a los usuarios recurrentes, la mayoría de las veces llevan a lo contrario al ser imposible encontrar una plaza libre en el tren. También es insoportable costear el 50 % de los viajes en los autobuses urbanos, metropolitanos o de líneas nacionales de carácter regular. Pero renunciar a este tipo de medidas que ahorran mucho dinero al ciudadano también iba a tener un importante coste político para el Gobierno. Ante este dilema, con la inclusión de la prórroga de estos descuentos en un decreto «cajón desastre» que daba amparo a todo tipo de medidas, el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha logrado una jugada redonda. No solo ha encontrado una excusa perfecta para acabar con el gratis total en el tren y las rebajas en el bus, sino que además puede culpar al Partido Popular de que hayan llegado a su fin porque sus parlamentarios han votado en contra. Otro movimiento de prestidigitación política que casi se escapa al ojo humano.
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