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CONVERSACIONES CON CIRO BLUME

Zapatero vuelve más maduro

Un hombre que llegó a la Moncloa montado en un tren lleno de muertos a base de mochilas de Titadine y el ruido de la televisión de Rubalcaba

Jueves, 6 de julio 2023, 05:30

Zapatero por fin ha vuelto de su gira triunfal por las Américas. Los españoles, durante una ausencia tan prolongada, nos hemos sentido como personajes de una novela de Dickens. Se notaba en el ambiente que no fluían las grandes ideas. Sánchez tampoco es que sea manco en lo concerniente al reflujo intelectual, pero sus ideas nos llegan siempre como con un cierto tufillo al tubo de escape del Falcon, que ya debe de estar para el desguace. Y es que al pobre presidente lo tienen completamente agotado con tanto viaje oficial. Lo mismo lo llevan a un concierto de rock en Castellón de la Plana como a un mitin socialista en Miranda del Castañar o lo trasladan a Bruselas para que haga la corte a Ursula von der Leyen, supongo que con el fin de que nadie le pregunte de dónde saca para tanto como destaca.

Ayer me llamó la atención de cómo Mark Rutte, un democristiano holandés, le daba ánimos con el puño cerrado para que ganara las elecciones del próximo veintitrés del corriente. A ver si después de visitar la reja florida de la mandataria, me dije, le dio por cantarle una saeta al de los tulipanes, que nunca se sabe hasta dónde están dispuestos a llegar los socialistas en el día del orgullo.

Pero estábamos hablando del gran Zapatero. Un hombre que llegó a la Moncloa a bombo y platillo, es decir, montado en un tren lleno de muertos a base de mochilas de Titadine y el ruido mediático de la televisión de Rubalcaba. Su primera legislatura la salvó gracias al rebufo de la bonanza económica de la etapa de Aznar. Sin embargo, en la segunda, tan distraído como estaba en definir la democracia en el plató de Ana Pastor, no se dio cuenta de que el fantasma de una crisis financiera pasaba delante de sus mismas narices. Recuerden que Manuel Pizarro se lo dijo bien claro a Pedro Solbes en aquel debate electoral de tan triste recuerdo. Nadie le creyó y toda la izquierda caviar dio como vencedor al ministro Solbes, que un tiempo después tuvo que tomar las de Villadiego al ver cómo la Gran Ballena Blanca de la crisis se llevaba por delante al país y a los brotes verdes que, como si fueran fantasmas, Zapatero veía por todas partes. Don Pedro, sinceramente, descanse usted en paz.

Sin embargo, aquel Zapatero, el mismo chico que un día salió de León para ser el rey de los inútiles, ha vuelto de Venezuela con las arcas llenas de sabiduría. El papel que ha jugado en Europa como embajador de los chavistas maduros, y demás narcotraficantes, le ha supuesto una gran experiencia política. No digamos su gran entusiasmo por fundir el socialismo español con el marxismo de Indias, que ha sido como fundir oro puro en el crisol de la alianza de civilizaciones. De ahí el trasiego de maletas que los españoles, atónitos, hemos contemplado en nuestros aeropuertos. ¿Qué creen ustedes que había en las maletas de la Delcy y el ministro Ábalos? ¿El oro de Moscú? Por favor, no sean ustedes mal pensados. En esas maletas, junto a los legajos del Tratado de Tordesillas y las Súmulas de Medina del Campo, venía el centenar de tomos de la tesis doctoral de don Pedro Sánchez Castejón. Cien tomos encuadernados en piel de llama peruana y artesanalmente grabados en oro de las minas de Jauja, El Dorado y Potosí. Una labor encomiable la de este gran español, Zapatero, que se ha hecho todo un hombre, allende los mares, tratando inútilmente de que los regímenes bolivarianos nos devuelvan las colonias que tan en buena lid conquistamos los extremeños para el Imperio español. Y, ya que hablamos de extremeños, perdonen ustedes el espectáculo de torpeza que la señora Guardiola acaba de ofrecer en mi tierra. Primero, con el «no es no» y, después, con el «sí es sí». Claro que hay apellidos que imprimen carácter. Manda huevos, como dijo el de Honduras.

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