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Hay que ver los jeribeques que los infrarrojos dibujan sobre la jeta de la memoria histórica. A los socialistas les ha dado por cambiar el pasado y les aseguro que en un par de legislaturas lo habrán conseguido. Una pena que en su contra existan los libros de Historia. Claro que para revisiones tienen como asociados a los tres comuneros: Preston, Viñas y Anthony Beevor. Un par de documentales más sobre Franco, en Neflix, y el rojerío se proclamará ganador absoluto de la guerra. Al fin y al cabo, la gran victoria que consiguieron cuando exhumaron el cadáver del general les otorga cierto derecho a considerarse victoriosos. No fue lo que se dice una victoria al estilo del Cid Campeador, pero ya se sabe que, aunque cobardeen en tablas, los escaños siempre caen de su lado. Digo yo que algo habrá de brujería algorítmica.
A los socialistas que en la movida electoral lanzaron a los cuatro vientos el «no pasarán», les recomiendo que vayan a las bibliotecas y comprueben que «sí que pasaron». Les aconsejo, humildemente, que cuando vuelvan a rebuznar se aseguren bien de que el rebuzno sea un talismán militarmente actualizado. Porque ese conjuro del «no pasarán» se sabe por experiencia que nunca atesoró un ápice de efectividad. Además, todos esos jóvenes tan emotivos del Quinto Regimiento de Ferraz disponen de un pedigrí harto sospechoso. He comprobado en multitud de ocasiones que cuando se pregunta a los socialistas por el bando de sus abuelos en la guerra, la mayoría confiesa su afiliación franquista.
Sin embargo, mira por dónde, la socialista de quien se puede decir que sí es genéticamente republicana, una republicana de pura cepa, resulta que es una de las señoras que, alborozada, bailaba en el balcón de autoridades. Unas veces le entraba al aurresku, otras a la sardana y, de vez en cuando, a la muñeira, que es lo suyo. Desde luego, ni el chotis ni la jota entraron en su repertorio. Me refiero nada menos que a doña Nadia Calviño, la «superwoman» que rige los desastres de nuestra economía. Téngase en cuenta que España es el país con más paro juvenil y con la deuda más alta de la Unión Europea.
Pues bien, resulta que la señora Calviño, como todo el mundo sabe, es la hija de José María Calviño, nada menos que el rey del pelotazo durante aquellas calendas felipistas. Repasen ustedes las hemerotecas referentes a la «memoria democrática» y ya verán la clase de tratante que aleteaba al socaire de los pobres de la Tierra. Pero no queda ahí la cosa, ya que la señora ministra guarda en el trastero familiar otro antepasado, José Calviño Ozores, digno de ser mencionado por su mercadeo en los zocos de las cloacas republicanas. Les invito a que lean los dos libros de Francisco Olaya, miembro destacado de la CNT, acerca del expolio del patrimonio español por cuenta de los socialistas de la época.
Este autor nos informa en «La Gran Estafa» que José Calviño fue el individuo encargado durante la guerra de comprar armas para la República. Lógicamente, al finalizar la contienda, Calviño se encontró en posesión de multitud de cuentas repartidas por distintos bancos europeos. Sin embargo, tuvo la mala suerte de ser detenido en París por la policía francesa y entregado a las autoridades franquistas. Como es lógico, el gallego negoció, a cambio de su libertad, la trasferencia al Tesoro español de «algunos» de los fondos a su nombre. ¿A quién le extraña, entonces, que el gran estadista de la Moncloa nombrara capataz de Economía a una descendiente de esos dos genios de las finanzas? No en vano la proeza más señalada de esta señora es haber logrado que nuestro PIB per cápita se haya puesto casi a la altura del de Eslovenia. Claro que el de Irlanda nos supera más de tres veces. Pero a qué socialista puede importarle.
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