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CONVERSACIONES CON CIRO BLUME

Un error imperdonable

La presentadora no era Isabel Preysler, sino Ana Belén. Digo yo que mi confusión sería por culpa de que ambas pudieran compartir el mismo cirujano plástico

Jueves, 15 de febrero 2024, 05:30

Me resultó extraño que Isabel Preysler presentara la Gala de los Goya. Después pensé que siendo la viuda de un ministro socialista su presencia estaba más que justificada. Claro que Miguel Boyer, como ustedes saben, militó en aquel otro partido que los historiadores llaman hoy Partido Socialista Obrero Español Verdadero, entonces una formación joven y remozada que salió del congreso de Suresnes en modo socialdemócrata y con chaqueta de pana. Recuerden que el cirujano jefe de aquella operación de cambio de sexo fue nada menos que Willy Brandt. Un corte por aquí, otro tajo por allá y adiós al marxismo de sus abuelos. Me refiero, claro está, a los abuelos llamados Largo Caballero, Juan Negrín, Álvarez del Vayo y toda aquella patulea de triste recuerdo que logró a fuerza de movidas revolucionarias el alzamiento militar de los generales.

Sin embargo, la mano firme y sabia del buen alemán no fue suficiente, al parecer, como para arrancar de cuajo la semilla totalitaria y bolchevique que, por desgracia, estos rojos de ahora llevan escondida entre los esfínteres de más baja estofa. De ahí mi espanto al ver a la viuda del ministro Boyer dirigir el aquelarre «sanchista» de Valladolid. Por algo don Miguel fue un político que, después de ser derribado en el camino de Damasco, cayó en la cuenta de los despilfarros presupuestarios de la economía azucarada de Keynes y optó por los beneficios dietéticos del libre mercado y el gasto contenido de Friedrich Hayek. No fue hasta el final de la cosa cuando de repente me percaté del error. Resulta que la presentadora no era Isabel Preysler, sino la mismísima Ana Belén. Digo yo que mi confusión sería por culpa de que ambas pudieran compartir el mismo cirujano plástico, que por supuesto no es un doble de Willy Brandt. Confieso que de Ana Belén guardo un recuerdo memorable, ya que las suyas fueron mis dos primeras tetas cinematográficas. Recuerden lo airosa que ella parecía en «El amor del capitán Brando», una buena película del genial Jaime de Armiñán.

A decir verdad, me produjo cierta emoción el hecho de ver juntos y tan bien avenidos a socialistas y comunistas. Me fijé en que allí estaba, como era su obligación, nuestro flamante ministro de Cultura, Ernest Urtasun, un tipo que por su currículum parece intelectualmente preparado para que los españoles seamos cada vez más cultos. Claro que como es economista seguramente caerá más del lado de Keynes que del de Hayek, incluso puede que a Keynes lo vea casi tan de derechas como a Friedman, el fundador de la escuela de Chicago. No es de extrañar, por tanto, que Urtasun pertenezca, según el libro de Joaquín Abad, a la cuadra de jóvenes talentos fichados por la Open Society Fundations. Naturalmente, según el mismo libro, el presidente Sánchez es otro de sus miembros más queridos, cuyas decisiones políticas siempre hay que entenderlas a la luz de los designios de este lobby americano.

Sin embargo, al que no vi fue a don Pablo Bustinday, ministro comunista encargado de la «agenda 2030», o sea del programa político que la Open Society Fundations está llevando a cabo en medio del silencio de los corderos. Su primer objetivo, por ejemplo, es la desestabilización de Europa. De ahí que sus sicarios estén detrás del «brexit» británico, del proceso independentista de Cataluña, de la inmigración ilegal, de la guerra de Ucrania y, por supuesto, de la destrucción del tejido agrícola y ganadero. Quieren empobrecernos para que las empresas europeas no supongan una competencia peligrosa en el negocio de las nuevas tecnologías. Una industria que sin duda se ha convertido en el campo de batalla donde los chinos y los americanos se juegan los beneficios de sus inventos diabólicos. Quieren convertirnos en la sociedad de la nieve. La del Oscar.

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