Se han puesto las cosas como para tomar las de Villadiego. Confieso que acabo de comprarme un juego de maletas de Vuitton después de hablar con un millonario chino, hijo de Manolita Chen, para que me deje sitio en su cohete galáctico y transiberiano. La idea del «sputnik» viajero, como la rana de Camba, me la dio el otro día la chica del diecisiete. Me refiero a la vicepresidenta, que tiene la imaginación tan ardiente como el asfalto de Córdoba. Tanto que siempre me acuerdo de ella cuando leo, una vez por semana, la filosofía del tocador. Ya saben, la del divino marqués.

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Dicen que doña Yolanda Díaz, discípula aventajada de María Zambrano, ha pergeñado un borrador de amnistía para prófugos en compañía de algunas de sus viejas comadres. Probablemente, con Lucrecia y Antonia, las dos heroínas del Aretino, un escritor algo bribón y sustancialmente putañero. Reconozco que me lo he pasado dabuten leyendo su «Coloquio de las damas». Dice que allá por el Renacimiento una mujer solía vender la virginidad cuantas veces fuera necesario. En la actualidad ya se han inventado otros vicios más rentables, como por ejemplo vender a la patria por un puñado de dólares y un sillón con relleno de plumas de marabú. Últimamente, cualquier donnadie y su chorba pueden levantarse una mañana y apostar a ver cuál de los dos es capaz de joder más al país y que el país no se entere.

Sin embargo, el país sí se entera y se va de manifestación a Barcelona, capital del golpismo universal, para que el gran Paco Vázquez, otro gallego con un par de razones, levante la voz y proclame a los cuatro vientos que España no quiere ser Venezuela. Y es que a Sánchez sólo le falta dejarse el bigote para que su imagen sea un reflejo, un reflejo vulgar y simiesco, de la cara de Nicolás Maduro, el eslabón perdido de Darwin. Pero no crean ustedes que estos dos pajarracos tienen alguna ideología. Los dos son intelectualmente impotentes y genéticamente analfabetos.

Otro libro que me gusta leer repetidamente es «La revolución de las masas». Se trata de una obra de carácter premonitorio, como si Ortega hubiera nacido con dotes de adivino. Sin ir más lejos nos avisa de que la muchedumbre se hará visible y que llegará a ocupar los lugares preferentes de la sociedad. Si el filósofo levantara la cabeza y viera el panorama de nuestro Gobierno, sin duda lamentaría que su análisis hubiera llegado tan lejos. Hoy día, como se ve, cualquier indocumentado puede probar las mieles del Poder, el juguete más preciado de los tontos. Pero no sería tanta la tragedia si el indocumentado tuviera alguna clase de principios. Cualquier tipo normal, psíquicamente normal, por muy analfabeto que sea, sabe de sobra que él no es nadie, absolutamente nadie, para atreverse a dinamitar una de las naciones más antiguas del mundo. Hay que tenerse por un ser superior, como Florentino, para realizar una villanía semejante.

Usted, señor Sánchez y su vicepresidenta, esa locatis que le hace el salto del tigre hasta en el Congreso, no sólo se comportan como dos desalmados, sino que actúan con total y absoluta petulancia, como si fueran emperadores. Emperadores, claro, de esa plebe deseosa de que la engañen. Les aseguro que es tal la barbarie presentida que los españoles empezamos a padecer una desmoralización sin precedentes. Ustedes dos, la parejita, se han empeñado en dar tantas esperanzas de victoria a los separatismos que han provocado su radicalización. En consecuencia, sólo nos cabe esperar a que el nacionalismo español salga de su letargo invernal para poner las cosas en su sitio. Por cierto, recuerden ambos que sus partidos ya saben por experiencia lo que en tal caso sucedería. «Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches, Yoli bonita, Yoli del alma». Y por ahí todo seguido hasta la oscuridad de los desvanes.

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