Borrar
En el centro de la diana

El Real Decreto de la Bestia

Los veterinarios se están echando a la calle para reivindicar que se les permita trabajar aplicando criterios profesionales

Sábado, 29 de marzo 2025, 07:54

El juego de palabras es inevitable, aunque la realidad no tiene nada de lúdico. El Real Decreto 666/2023 regula la distribución, prescripción, dispensación y uso de medicamentos veterinarios. Esta presentación, per se, no solo parece descargada de polémica, sino también muy necesaria, por cuanto implica la regulación en un ámbito que requiere criterios rigurosos. Pero al igual que los títulos de las novelas a veces generan expectativas que finalmente no se ajustan a la realidad, con el Real Decreto 666, número asociado bíblicamente a la Bestia, ha ocurrido algo parecido.

Siguiendo la línea temporal que ha desembocado en este despropósito, su origen está en un Reglamento de la Unión Europea de 2018 sobre medicamentos veterinarios, que pretendía controlar el abuso de antibióticos en los animales de granja por el peligro que suponía para los humanos el consumo de esos animales, ya que podía llevar a desarrollar una resistencia a los mismos.

Es difícil entender cómo se ha pasado de controlar la medicación de animales de granja en Europa, a obstaculizar el tratamiento veterinario de animales de compañía en España. Pero así ha sucedido. Y a día de hoy, los veterinarios de nuestro país se están echando a la calle para reivindicar algo tan transgresor como que se les permita realizar su trabajo aplicando criterios profesionales. Y que ellos saben si un perro o un gato necesita un antibiótico mejor que quien desde un despacho redacta una norma.

Opinar sin tener en cuenta a los verdaderos profesionales de un sector parece ser un rasgo de identidad de nuestro país. Pero cuando se pone por escrito, es una grave irresponsabilidad. Y no ser capaz de admitir el error y corregirlo, mayor aún. Las consecuencias las pagaremos en Salamanca los 20.000 ciudadanos que convivimos con un animal de compañía. Si a día de hoy tenemos la desgracia de acudir a un veterinario por un asunto urgente, y aunque su criterio profesional le diga que el tratamiento es un antibiótico determinado, está obligado a comenzar por la categoría más baja, aunque sea consciente de su ineficacia e ir escalando si esta no funciona, e incluso realizar un cultivo y esperar su resultado antes de aplicar el tratamiento. Y todo eso cuando haya finalizado con el registro de datos en el correspondiente sistema informático.

Las consecuencias son evidentes. Para las pequeñas clínicas veterinarias, y más allá de la humillación que supone que su criterio profesional sea cuestionado, mayor carga burocrática, más gastos y la impotencia que supone no poder salvar vidas. Para los clientes, facturas más largas llenas de tratamientos inservibles y la desesperación de ver enfermos a sus compañeros sin poder evitarlo. Para los animales, la condena a recibir medicamentos sin ningún sentido, soportando síntomas en ocasiones graves, llegando incluso a perder la vida. Eso sí, si nos comemos a nuestro perro o a nuestro gato, tendremos la tranquilidad de no desarrollar resistencia a los antibióticos.

Si alguien entiende el porqué de todo esto, por favor, que me lo explique.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca El Real Decreto de la Bestia